El Mago, John Fowles, p. 485
Roma.
En mis pensamientos, Grecia
quedaba semanas atrás en lugar de las pocas horas que en realidad me separaban
de ella. El sol brillaba tan indudablemente como allí. la gente era mucho más
elegante, la arquitectura y el arte eran mucho más ricos, pero parecía que los
italianos, como sus antepasados romanos, llevaran una gran máscara de lujo, un
cosmético para sus mimados sentidos, que separaba la luz y la verdad de su verdadero
ser. Me resultaba insoportable la pérdida de la bella desnudez, de la humanidad
griega, y fui tolerante para con los opulentos y animalescos romanos; de la
misma manera que a veces no soportamos la visión de nuestro propio rostro en un
espejo.
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