El cuadreno gris, Josep Pla, p. 94
¡Ah, Dios mío! El vicio es
amargo. La virtud es dulce y agradable. ¡El alcohol me hace mucho daño ... !
¡Pero tengo tanta sed! Además, me acerco al alcohol con una especie de ilusión
que me acapara. Esta iusión va unida a un deseo irrefrenable de vehemencia y de
aturdimiento. ¡Sentirse lleno, tirante, lúcido, como si el cuerpo y el espíritu
os hubiesen crecido desmesuradamente! El espíritu se me hace cómplice de la ilusión
y me lleva a creer que la vehemencia es higiénica y necesaria.
Por un duro (veinte miserables
reales) se pueden tener cuatro pernods auténticos (Pernod Fils) helados,
deliciosos, exquisitos y estar dominado por un torbellino dionisiaco siete u
ocho horas. En la conversación, este estado os da facilidad de réplica y de
observación aguda y brillante. El alcohol excita los reflejos mentales del
cinismo. Notad como la gente os escucha, cómo a veces ríe, como os sigue con
los ojos. Para la vanidad humana, para la propia vanidad, no hay nada tan estupefaciente
ni tan satisfactorio como sentirse escuchado, como tener un público aparente o
realmente atento. A medida que la vanidad se va saturando sentís que la sed
aumenta. Entráis en el horrible engranaje de la fanfarronería y de la sed ... Esta
alteración de deseos dura lo que dura. Pero, al final, se produce la ruptura,
el trae, es decir, la asfixia producida por una enorme fatiga física. Después
de la irisada euforia de las venas hinchadas y del corazón galopante, sentís en
las vísceras un gran vacío interno, con un quebrantamiento de huesos, una desfibración
del cuerpo y la inmersión en una tristeza inexplicable, inmensa, horrible.
He conocido a muchos borrachos
ampurdaneses: casi todos ellos están desprovistos de resistencia ante el
torbellino oratorio de la propia vanidad. No conozco a ninguno que tienda al mutismo
y a la gravedad. Son charlatanes recalcitrantes: beben para charlar y charlan
para beber; cadena difícil de romper. En Palafrugell, el alcohol me hace
cambiar de vida. En Barcelona me levanto pronto para ir a la Universidad y
seguir el curso académico. Llegar aquí y levantarme a las doce en punto es
indefectible. La taquicardia alcohólica, la excitación del cuerpo, me producen
insomnio. En la imposibilidad de dormir por la noche, tengo que dormir por la
mañana: no hay otra salida.
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