Big Hans chilló, así que salí. El
pesebre estaba oscuro, pero el sol resplandecía sobre la nieve. Hans cargaba
con algo que había cogido del pesebre. Grité, pero Big Hans no me oyó. Entró en
la casa con lo que llevaba antes de que yo alcanzara las escaleras.
Era el chico de Pedersen. Hans lo
había colocado sobre la mesa de la cocina como si fuera un jamón y había puesto
agua a calentar en una tetera. No decía nada. Supongo que pensó que el grito
que había pegado desde la cuadra era suficiente. Ma estaba hurgando en las
ropas del chico, tiesas por el hielo. Cada vez que tomaba aire para respirar
hacía un ruido que sonaba como ¡uf! El agua empezó a hervir y Hans dijo,
Trae un poco de nieve y llama a
tu pa.
¿Por qué?
Trae un poco de nieve. Cogí el
balde de debajo del fregadero y la pala que estaba junto a los fogones.
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