Las barbas del profeta, Eduardo Mendoza, p.57-58
En los tiempos más remotos no
faltaron personas interesadas en esta cuestión. Herodoto refiere el caso de un
faraón de Egipto llamado Psamético l. Hombre con inclinaciones científicas, y
con objeto de averiguar cuál era el idioma primigenio de la humanidad, tomó a
dos niños recién nacidos y los encomendó al cuidado de un pastor con la
condición de que los niños no oyeran pronunciar nunca una sola palabra. De este
modo, razonaba Psamético I, cuando los niños empezaran a hablar, entre sí o con
el pastor, lo harían en el lenguaje original de la humanidad. Transcurrido
cierto tiempo, los niños articularon finalmente algo parecido a la palabra
bekos. Esta palabra, en el idioma frigio de su tiempo, significaba pan. La
conclusión era que los niños, espontáneamente, pedían al pastor que los
alimentara y lo hacían en el primer idioma del mundo, o sea, el frigio.
Herodoto no refiere si los niños continuaron hablando frigio o si con este
primer hallazgo se dio por concluido el experimento. Desde luego, nadie le prestó
mucho crédito. El pan es un invento muy posterior al lenguaje. Estudiosos
contemporáneos de Herodoto ya rebatían la validez del experimento y alegaban
que el sonido bekos se limitaba a reproducir el balido de las cabras o las
ovejas del pastor, en cuya compañía habían crecido los niños, lo cual, de paso,
demostraría que el lenguaje se adquiere por asimilación, es decir, de oídas. En
lugar de proseguir con la historia de la investigación lingüística, Herodoto
prefiere continuar relatando el triste destino de los Psaméticos. A Psamético II
se le sublevó una parte importante del ejército, que decidió irse a otro país y
ofrecer allí sus servicios. Cuando Psamético II trató de disuadirlos diciendo
que no debían abandonar a sus mujeres y a sus hijos, los sublevados se
levantaron los faldones y respondieron que mientras tuvieran aquello no les
faltarían mujeres ni hijos. Así lo cuenta Herodoto, amigo de chocarrerías.
Psamético III, último de la saga de tal nombre, fue derrotado por los persas,
su hijo fue descuartizado en su presencia, él llevado a la ciudad de Susa y
poco después, cuando conspiraba para recuperar el poder, envenenado.
Hay quien dice que la leyenda de
la Torre de Babel proviene de las ruinas del zigurat de la ciudad de Ur, en lo
que hoy es Irak. Herodoto describe esta imponente construcción en los mismos
libros de historia en los que aparecen los tres Psaméticos. Actualmente se
pueden ver aún las ruinas del zigurat, cuya restauración reciente debemos a
Sadam Hussein.
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