Las barbas del profeta, Eduardo Mendoza, p. 107-108
En la Biblia David ocupa un lugar
central y muy extenso. Su reinado está lleno de altibajos e intrigas. Él comete
algún pecado grave, como enamorarse de la mujer de un militar de alta
graduación, enviar al marido a una muerte segura y convertir a la viuda en su
concubina, cosa que no habría hecho ni Ricardo III. En muchos aspectos es un
príncipe del Renacimiento, es decir, maquiavélico. Cuando conviene no vacila en
faltar a su palabra, en pactar con sus enemigos y, llegado el caso, en recurrir
al asesinato. Un episodio particularmente llamativo es este: David derrota a un
enemigo, el cual, antes de morir, confía a su hijo de pocos años al cuidado del
propio David; David promete cuidarlo como si fuera hijo suyo y así lo hace; el
niño crece como uno más de la familia; ya en su lecho de muerte, David convoca
a su primogénito y le dice: Cumplí la promesa que hice a mi enemigo; su hijo es
ahora como un hermano tuyo; pero tú no has prometido nada: en cuanto yo muera,
mátalo. En una época marcada por los vínculos de sangre y las vendettas, no se
podía hilar muy fino.
David murió en un ambiente de
violencia y traición, como había vivido. Entre otros conflictos, tuvo que
enfrentarse a la rebelión de uno de sus hijos, Absalón. Hasta nosotros ha llegado
la fama de Absalón como hombre guapo. Tenía a orgullo llevar una larga
cabellera. Derrotado en un encuentro con las fuerzas leales a David, la
cabellera se le enredó en la rama de un árbol cuando trataba de huir y de este
modo fue alcanzado y muerto. David, recibió la noticia de la muerte con hondo
pesar. Absalón era su favorito. Subió a la sala de la puerta, dice el relato
bíblico, y lloró; y yendo decía así: ¡Hijo mío, Absalón, hijo mío, Absalón!
¡¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!!
David es un político despiadado, pero es un hombre contemporáneo. Media un
abismo entre la desesperación de este padre y la ciega obediencia de Abraham,
dispuesto a sacrificar a su hijo sin motivo alguno.
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