Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ARQUITECTURA VIVA

Jambalaya, Albert Forns, p. 151-152
-Cagondiós, menudo bocazas. Hago fotos. Pero de artista nada de nada, ¿eh, chaval? Vosotros sois artistas. Yo soy un aficionado. En invierno, cuando chapamos la granja, me gusta fotografiar lo que queda de la América de antes, todo lo que hemos perdido con las putas  franquicias y las putas cadenas. Mira, así te harás una idea. -Y, sin que se lo haya pedido, saca su iPhone y me empieza a mostrar fotos. Tiene un montón de álbumes ordenados por temas: gasolineras, restaurantes, tiendas, atracciones, minigolfs. Va pasando y cada imagen es mejor que la anterior: un indio de cinco metros que anuncia la licorería Siccing Bull, una heladería en forma de cucurucho gigante, la sede de una empresa de cestas de supermercado que tiene forma de cestas de supermercado, cines drive-in abandonados, hamburgueserías que son dinosauros y la joya de la corona, un dinner dentro de un Boeing de los más grandes.
-¡Joder, Jim, qué pasada! Ésta mándamela, que me gustaría tenerla -le digo.
-¡Ese sitio era brutal! -me cuenta, transportado-. Estaba perdido cerca de Adama, encontrarlo me costó un huevo. ¡Pero valió la pena, le habían vaciado el fuselaje y dentro preparaban unos bistecs gloriosos! -Se saca un porrito de uno de los muchos bolsillos de su chaleco y lo enciende.
-¿Y esta fiebre por retratar rarezas de dónde te viene?
-Mis abuelos vivían en Riverhead, a diez minutos en coche de aquí. Al lado de la casa estaba el Big Duck y ...
-¿Eso qué es? ¿Un restaurante?
-No, era una tienda de huevos con forma de pato gigante.

Toda vía existe, es uno de los primeros edificios objeto del país. A nosotros nos parecía la mar de normal, pero los turistas flipaban y siempre se paraban para retratarlo. Antes había un montón de esculturas de éstas: en Montauk aún tenemos el Motel Ronjo y su decoración hawaiana.

CIBERCONDRIACO

Jambalaya, Albert Forns, p.169
-Chato, eres un puto hipocondríaco -me dice mientras saca un tupper de jambalaya de la nevera. A continuación lo abre y olfatea para saber si está pasada.
-Tú quítale hierro al tema, que cuando acabe paralizado en la cama ya hablaremos.
-Hipocondríaco no, eres un hipocondríaco con ordenador. ¡Mucho peor!

Por lo visto, se llama cibercondría: tendencia enfermiza a autodiagnosticarte por internet. Es una de las nuevas enfermedades digitales, como la nomofobia -el miedo a salir de casa sin el móvil- o el síndrome del miembro amputado, según la rumorología internetera. En el caso de la hipocondría digital, los estudios demuestran que, cuando te autodiagnosticas, la mayoría de las veces lo haces erróneamente, y en el caso de que aciertes siempre te situarás en el peor escenario posible: no tendrás la gripe, tendrás la gripe aviar.

COCINAS AMERICANAS

Jambalaya, Albert Forns, p. 141-142
-Señor Jrushchov, quiero mostrarle nuestra cocina. Todas las casas de California son así. ¿Había visto alguna vez una lavadora integrada? -le preguntó Nixon señalándole la lavadora.
-Bah, nosotros también tenemos lavadoras, ¿qué se han creído? -respondió el ruso.
-¿Y no le parece que sería mejor que compitiéramos para ver quién fabrica las mejores lavadoras, en vez de pelearnos por quién tiene los misiles más potentes?
-Seguro que sí, pero dígaselo a sus generales, que son los primeros en competir con los cohetes. Y que sepa que en esto -dijo Jrushchov señalando la lavadora- también les ganaremos.
Aunque el intercambio de reproches acabó en tablas, aquella pelea retransmitida en todo el mundo puso las casas Leisurama en el mapa. Llegaron a venderse en Macy's, donde se instaló una completa en la novena planta, que podía visitarse para probarla entre los expositores de ropa y el menaje del hogar. Se vendían con el todo incluido más todo incluido de la historia: incorporaban tanto los electrodomésticos como las sábanas, desde los vasos Duralex hasta los cepillos de dientes, por únicamente 13.000 dólares de entonces, un 40% más baratas que la media. El comprador sólo tenía que instalarla y presentarse con la manduca para llenar la nevera. Para que el norteamericano estándar se animara a comprarlas, el promotor instaló doscientas de ellas de una sola vez en Culloden Poinr, al norte de Montauk. De manera que las cocinas Leisurama son las cocinas de Montauk. Ahora se han convenido en una pieza de coleccionista, y hay millonarios aburridos que han llegado a pagar un millón de dólares por una de esas casas viejas en las que ya no queda ni un vaso original

Los personajes, menudo barrizal. ¿Quién los inventó? Y aún más importante: ¿por qué coño lo hizo? Quizá es mi mochila periodística, pero hace muchos años que sé que, por mucho que invente, nada podrá igualar a un personaje de verdad. La realidad siempre supera la ficción, cualquier persona de verdad es mejor, más compleja e interesante que lo que yo pueda acabar inventándome. ¿Qué necesidad hay de ocultarme tras personajes que ni me interesan a mí ni interesarán a los lectores?  Los personajes: siempre malas copias de mí mismo, el principal obstáculo entre yo y una ficción convincente.

AUTOMOVILES

Jambalaya, Albert Forns, p. 114-115
Y ese totalitarismo automovilístico responde a una táctica premeditada: durante los años treinta, la ciudad de Los Ángeles, la capital mundial actual de la automóvildependencia, tuvo una de las mejores redes de transporte público del mundo, con decenas de líneas de autobús, centenares de tranvías ... Pero a partir de 1936 se inicia un plan secreto de la General Motors y de otras empresas del gremio -desde las petroleras hasta los fabricantes de neumáticos- para imponer el automóvil. Lo hacen a través de otro holding aparentemente inocuo, el Nacional City Lines, que empieza a comprar líneas y líneas de tranvías en decenas de ciudades norteamericanas para desmantelarlas. Y lo mismo hacen con los autobuses, compran líneas perfectamente rentables y las cierran, y empujan a la gente hacia los coches particulares, y el gobierno, a construir más autopistas para poder albergarlos. Es en ese momento cuando nace la primera ley universal del diseño de autopista, “nunca construirás las suficientes”. Años más tarde, la General Motors sería multada por emplear tácticas monopolísticas contra la competencia del tranvía eléctrico, pero el mal ya estaba hecho.
Vivir al volante, conducir para ir a trabajar, para ir al bar, para ir al supermercado. En América, el20% de las comidas se toman en el coche. El éxito del modelo McDonald's, en realidad, es que fueron los primeros en adaptarse a la fllosofía drive-through: eliminaron de sus menús cualquier plato que tuviera que comerse con cubiertos, y ahí nacieron las hamburguesas, las patatas y los refrescos que conocemos actualmente. Hoy por hoy, los Estados U nidos son un drive-in de tres husos horarios y nueve millones de kilómetros cuadrados, donde puedes sacar dinero en cajeros automáticos desde el coche o comprar medicamentos y tabaco bajando la ventanilla. Aquí conducir es caminar, hay barrios residenciales en los que no puedes pasear, los vecinos llaman a la policía y viene una patrulla a interrogarte. Si haces footing no te paran: correr es hacer algo.

En América sólo hay un lugar donde pasear tranquilo: un centro comercial. Eso sí, tendrás que coger el coche para llegar allí.

INCIPIT 775. AMBERES / ROBERTO BOLAÑO

l. FACHADA
La vida concluye en el momento en que se la fotografía. Es casi un símbolo de Hollywood. Tara no tenía habitaciones en su interior. Era sólo una fachada. ( David O. Selznick )

El muchacho se acerca a la casa. Vereda de alerces. La Fronda. Collar de lágrimas. El amor es una mezcla de sentimentalismo y sexo (Burroughs). La mansión sólo es fachada y la desmantelan para instalarla en Atlanta. 1959. Todo está envejecido. No es un fenómeno reciente. Todo cagado desde hace mucho tiempo. Y los españoles imitan tu modo de hablar. El tono sudamericano. Una vereda de palmeras. Todo lento y asmático. Biólogos aburridos contemplan la lluvia desde los ventanales de su corporación. No sirve cantar con sentimiento. Querida mía, donde quiera que estés: ya no hay nada que hacer, no es necesario el gesto que nunca llegó. «Era sólo una fachada. » 

INCIPIT 774. LAS CORRECCIONES / JONATHAN FRANZEN

Locura de un frente frío de la pradera otoñal, mientras va pasando. Se palpaba: algo terrible iba a ocurrir. El sol bajo, en el cielo: luminaria menor, estrella enfriándose. Ráfagas de desorden, sucesivas. Árboles inquietos, temperaturas en descenso, toda la religión nórdica de las cosas llegando a su fin. No hay aquí niños en los jardines. Largas las sombras en el césped espeso, virando al amarillo. Los robles rojos y los robles palustres y los robles blancos de los pantanos llovían bellotas sobre casas libres de hipoteca. Las ventanas a prueba de temporal se estremecían en los dormitorios vados. Y el zumbido y el hipo de un secador de ropa, la discordia nasal de un esparcidor de hierba, el proceso de maduración de unas manzanas lugareñas en una bolsa de papel, el olor de la gasolina con que Alfred Lambert había limpiado la brocha, tras su sesión matinal de pintura del sillón biplaza de mimbre.
Las tres de la tarde era hora de riesgos en estos barrios residenciales y gerontocráticos de St. Jude. Alfred se acababa de despertar en el sillón azul, de buen tamaño, en que llevaba  durmiendo desde después de comer. Ya había cumplido con su siesta, y las noticias locales no empezaban hasta las cinco. Dos horas vacías eran un criadero de infecciones. Se incorporó trabajosamente y se detuvo junto a la mesa de Ping-Pong, tratando de oír a Enid, sin lograrlo.

Resonaba por toda la casa un timbre de alarma que sólo Alfred y Enid eran capaces de ·oír directamente. Era el timbre de alarma de la ansiedad.

COMIDA BASURA

Jambalaya, Albert Forns, p. 108-109
Más de 150 millones de americanos o bien son obesos o bien tienen sobrepeso, y en sólo una década, entre 1990 y 2000, el peso medio de los americanos aumentó casi cinco kilos. Actualmente, los Estados Unidos son la primera potencia planetaria en baloncesto, béisbol e índice de masa corporal, sólo superados por los países de la Micronesia o por las barrigas de los emires de Kuwait.

Entre los causantes de esta «epidemia mundia”;la denominación no es mía ni de Jim, sino de la OMS, el enemigo público número uno de los fabricantes de embutidos- se encuentran Walmart y las consecuencias de «siempre precios bajos», pero para ser justos también habría que señalar el fast-food, la aportación americana más relevante a la gastronomía mundial desde la patata. En los últimos treinta años, los locales en que atiborrarse de Big Macs y Big Kings y las franquicias para tomarse una Pecado Carnal, unos Tacos Locos o unas Gorditas Cheesy Crunch se han triplicado, y, por contra, cada vez tienes que recorrer más kilómetros para encontrar un restaurante donde te preparen unas verduritas al vapor y un pescado a la plancha. El régimen del fast-food alimenta diariamente a uno de cada cuatro americanos, y las multinacionales lo tienen claro, este Reich debe durar mil años. Para mantenerse a perpetuidad, hace años que las grandes cadenas trabajan con un objetivo publicitario único: los niños. Críos que no saben ni hablar ya son capaces de identificar al payaso de McDonald's. “Dejad que los niños se acerquen a mí” podría ser el lema de la empresa, un manera  empresarial que todavía sigue recitándose. En el documental Super Size Me -seguro que todos lo habéis visto, estuvo nominado a los Oscar-, el tragabigmacs Margan Spurlock visita un colegio, y Ronald McDonald es más conocido entre los chiquillos que Jesucristo, ocupando el segundo lugar en el ranking mental de los niños, sólo superado por Papá Noel. No está nada mal, sobre todo viendo que le ha copiado la táctica de regalarles juguetes a los niños. Dicen que cuando aciertan con muñequitos muy buscados, como las princesas de Frozen o los Cars de Pixar, las ventas pueden pasar de diez a cien millones de Happy Meals en una semana. Pero con los pequeñajos no les basta, y el asedio a los chiquillos se extiende, como una custodia compartida, durante toda la escolarización: el fast-food ya ha entrado en colegios, institutos y campus, y Subway, Taco Bell o Pizza Hut se han instalado en los comedores. Si tienes quince años y puedes elegir, ¿por qué te decantas?, ¿por un plato de judías verdes con patatas o por pizzas, tacos y hamburguesas? 

BELLEZA DE NUEVA YORK

La insoportable levedad del ser, Milan Kundera, p. 107-108
BELLEZA DE NUEVA YORK: anduvieron por Nueva York durante horas; a cada paso variaba el espectáculo como si fueran por una estrecha vereda de un paisaje montañoso arrebatador: en medio de la acera un joven se inclinaba y rezaba, a poca distancia de él dormitaba una negra hermosa, un hombre vestido con un traje negro atravesaba la calle dirigiendo con gestos ampulosos una orquesta invisible, el agua brotaba de una fuente y alrededor de ella almorzaban sentados unos obreros de la construcción. Las escaleras verdes trepaban por las fachadas de unas casas feas de ladrillos rojos, pero aquellas casas eran tan feas que en realidad resultaban hermosas. Junto a ellas había un gran rascacielos acristalado y, detrás de aquél, otro rascacielos en cuyo techo habían construido un pequeño palado árabe con sus torrecillas, sus galerías y sus columnas doradas.
Sabina se acordó de sus cuadros: en ellos también se producían encuentros de cosas que no tenían nada que ver: una siderurgia en construcción y detrás de ella una lámpara de petróleo, otra lámpara más, cuya antigua pantalla de cristal pintado está rota en pequeños fragmentos que flotan sobre un paisaje desértico de marismas.
Franz dijo:
. -La belleza europea ha tenido siempre un cariz intencional. Había un propósito estético y un plan a largo plazo según el cual la gente edificaba durante decenios una catedral gótica o una ciudad renacentista. La belleza de Nueva York tiene una base completamente distinta. Es una belleza no intencional. Surgió sin una intención humana, algo así como una gruta con estalactitas. Formas, que en sí mismas son feas, se encuentran casualmente, sin planificación, en unas combinaciones tan increíbles que relucen con milagrosa poesía.
Sabina dijo:

-Una belleza no intencional. Sí. También podría decirse: la belleza como error. Antes de que la belleza desaparezca por completo del mundo, existirá aún durante un tiempo como error. La belleza como error es la última fase de la historia de la belleza.

MUJER

La insoportable levedad del ser, Milan Kundera
Pequeño diccionario de palabras incomprendidas (primera parte)
MUJER: ser mujer era para Sabina un sino que no había elegido. Aquello que no ha sido elegido por nosotros no podemos considerarlo ni como un mérito ni como un fracaso. Sabina opina que hay que tener una relación correcta con el sino que nos ha caído en suerte. Rebelarse contra el hecho de haber nacido mujer le parece igual de necio que enorgullecerse de ello.

Una vez, durante uno de sus primeros encuentros, Franz le dijo con especial énfasis: «Sabina, es usted una mujer”. No comprendía por qué se lo anunciaba con el gesto jubiloso de Cristóbal Colón viendo por primera vez las costas de América. Más tarde comprendió que la palabra mujer, en la que había puesto un énfasis particular, no significaba para él la denominación de uno de los dos sexos humanos, sino un valor. No todas las mujeres son dignas de ser llamadas mujeres.

INCIPIT 773. JAMBALAYA / ALBERT FORNS

El avión es un autocar del IMSERSO en versión turistas norteamericanos. Ellos con chalecos de safari y bermudas con bolsillos, lamentando interiormente que no les dejaran embarcar el rifle de mira telescópica; ellas con blusas ramplonas de Macy' s y peinados a lo Barbara Bush. Han desayunado en el bufet libre del Majestic, ajenos a las miradas que despertaban las sandalias con calcetines, y los taxis los han dejado en el aeropuerto con un cargamento imposible de maletas. Los hay por docenas, son los Charlies y las Nancys, americanos entrados en la edad madura, self-made men de la América profunda que han aceptado el viaje a Europa a regañadientes para que sus mujeres se callaran. Después de Londres, París y Roma, Barcelona es el final de cuatro semanas de recorrido por la vieja Europa, cuatro semanas de hacer cola en los monumentos, de retratarse donde hay que retratarse y de bostezar frente a los cuadros que deben verse en los museos de todas partes. Ella vuelve decepcionada, creía que su francés del instituto le serviría, pero no la han entendido en ninguna parte; él vuelve contento, tras un mes de ese bárbaro darle patadas al balón, estará en casa a tiempo para el Midsummer Classic de béisbol.

INCIPIT 772. EL PUERCOESPIN / JULIAN BARNES

EL ANCIANO SE ENCONTRABA TAN cerca de la ventana del sexto piso del edificio como se lo permitía el soldado. En el exterior, una inusual oscuridad cubría la ciudad; en el interior del edificio, el bajo voltaje de la lámpara de escritorio se deslizaba débilmente sobre la montura metalizada de sus gruesas gafas. Iba menos acicalado de lo que el militar había supuesto: el traje tenía arrugas en la espalda, y lo que quedaba de su pelo rojizo se levantaba en mechones desordenados. Sin embargo, su postura denotaba confianza en sí mismo, incluso cierta beligerancia en la forma en la que su pie izquierdo estaba colocado con firmeza sobre la línea pintada en el suelo. Con la cabeza levemente inclinada, el anciano, mientras tanto, escuchaba la protesta de las mujeres, que serpenteaba a través del compacto centro de la capital sobre la que había ejercido su mandato durante tanto tiempo. Una sonrisa se había dibujado en su rostro.
Las mujeres se habían reunido aquella tarde lluviosa de diciembre frente a la Catedral del Arcángel San Miguel, un punto de encuentro de la antigua época monárquica. Muchas habían entrado primero y habían encendido velas a la altura de sus hombros: velas delgadas, amarillas, que tenían la tendencia, ya fuera por mala fabricación o por el calor de las llamas que las rodeaban, a doblarse por la cintura hasta alcanzar la bandeja llena de cera más abajo. 

ANA KARENINA

La insoportable levedad del ser, Milan Kundera, p. 59-60
Nuestra vida cotidiana es bombardeada por casualidades, más exactamente por encuentros casuales de personas y acontecimientos a los que se llama coincidencias. Co-incidencia significa que dos acontecimientos inesperados ocurren al mismo tiempo, que se encuentran: Tomás aparece en el restaurante y al mismo tiempo suena la música de Beethoven. La gente no se percata de la Inmensa mayoría de estas coincidencias. Si en el restaurante estuviera el carnicero local en lugar de Tomás, Teresa no se hubiera dado cuenta de que en la radio sonaba Beethoven (aunque el encuentro entre Beethoven y el carnicero es también una interesante coincidencia). Sin embargo, el amor, que se estaba aproximando, había exacerbado su sentido de la belleza y ella ya nunca olvidará aquella música. Cada vez que la oiga se conmoverá. Todo lo que ocurra en ese momento a su alrededor estará iluminado por aquella música y se hará hermoso.
Al comienzo de la novela que llevaba bajo el brazo cuando llegó a casa de Tomás, Ana se encuentra con Vronsky en circunstancias extrañas. Están en un andén en el cual alguien ha caído bajo las ruedas del tren. Al final de la novela, la que se lanza bajo las ruedas del tren es. Ana. Esta composición simétrica, en la que aparece el mismo motivo al comienzo y al final, puede parecer muy “novelada”. De acuerdo, pero con la condición de que la palabra «novelado» no se entienda en el sentido de “inventado”, «artificial», «que no se parece a la vida». Porque es precisamente así como se componen las vidas humanas .
Se componen como una pieza de música. El hombre, llevado por su sentido de la belleza, convierte un acontecimiento casual (la música de Beethoven, una muerte en la estación en un motivo que pasa ya a formar parte de la composición de su vida. Regresa a él, lo repite, lo varía, lo desarrolla como el compositor el tema de su sonata. Ana se hubiera podido quitar la vida de otro modo. Pero el motivo de la estación y la muerte, ese motivo inolvidable unido al nacimiento del amor, la atraía con su oscura belleza en el momento de la desesperación. Sin saberlo, el hombre compone su vida de acuerdo con las leyes de la belleza aun en los momentos de más profunda desesperación.

Por eso no es posible echarle en cara a la novela que esté fascinada por los secretos encuentros de las casualidades (como el encuentro de Vronsky, Ana, el andén y  la muerte o el encuentro de Beethoven, Tomás, Teresa y el coñac), pero es posible echarle en cara al hombre el estar ciego en su vida cotidiana con respecto a tales casualidades y dejar así que su vida pierda la dimensión de la belleza.

DEL COMUNISMO

La insoportable levedad del ser, Milan Kundera, p 102
-No diga eso. Todos ustedes son responsables de lo que pasó. Usted también. ¿Qué hizo usted allí contra el régimen comunista? Pintar cuadros, eso es todo ...

La evaluación y el examen de los ciudadanos es una actividad permanente, la principal de las actividades sociales en los países comunistas. Si a un pintor se le ha de autorizar una exposición, si un ciudadano debe obtener un visado para poder ir durante las vacaciones al mar, si un futbolista debe formar parte de la selección nacional, primero hay que reunir todos los dictámenes e informes sobre él (de la portera, de los compañeros de trabajo, de la policía, de la organización del partido, de los sindicatos), luego éstos son analizados, sopesados y resumidos por funcionarios especiales designados para esos fines. Pero aquello de lo que hablan esos dictámenes no se refiere a la capacidad del ciudadano para pintar, jugar al fútbol o a si su salud necesita que pase las vacaciones junto al mar. Se refiere única y exclusivamente a lo que se dio en llamar «perfil político del ciudadano» (o sea, a lo que el ciudadano dice, a lo que piensa, al modo en que se comporta, a si participa en reuniones y en manifestaciones del primero de mayo). Dado que todo (la vida cotidiana, la carrera profesional y hasta las vacaciones) dependen de la evaluación que se haga del ciudadano, todo el mundo (si quiere jugar al fútbol en el equipo nacional, exponer sus cuadros o pasar las vacaciones junto al mar) tiene que comportarse de modo que la evaluación sea positiva.

DEL AMOR

La insoportable levedad del ser, Milan Kundera, p. 48
Hace mucho tiempo, el hombre oía extrañado el sonido de un golpeteo regular dentro de su pecho y no tenía ni idea de su origen. No podía identificarse con algo tan extraño y desconocido como era el cuerpo. El cuerpo era una jaula y dentro de ella había algo que miraba, escuchaba, temía, pensaba y se extrañaba; ese algo, ese resto que quedaba al sustraerle el cuerpo, eso era el alma.
Hoy, por supuesto, el cuerpo no es desconocido: sabemos que lo que golpea dentro del pecho es el corazón y que la nariz es la terminación de una manguera que sobresale del cuerpo para llevar oxígeno a los pulmones. La cara no es más que una especie de tablero de instrumentos en el que desembocan todos los mecanismos del cuerpo: la digestión, la vista, la audición, la respiración, el pensamiento.
Desde que sabemos denominar todas sus partes, el cuerpo desasosiega menos al hombre. Ahora también sabemos que el alma no es más que la actividad de la materia gris del cerebro. La dualidad entre el cuerpo y el alma ha quedado velada por los términos científicos y podemos reírnos alegremente de ella como de un prejuicio pasado de moda.

Pero basta que el hombre se enamore como un loco y tenga que oír al mismo tiempo el sonido de sus tripas. La unidad del cuerpo y el alma, esa ilusión lírica de la era científica, se disipa repentinamente.

MUSICOS EN LA URSS

El ruido del tiempo, Julian Barnes, p.142-143
Nadie muere exactamente en el momento adecuado, por supuesto: algunos demasiado pronto, otros demasiado tarde. Unos cuantos aciertan más o menos el año, pero luego eligen la fecha totalmente errónea. El pobre Prokóflev ... ¡morir exactamente el mismo día que Stalin! Serguéi Serguéievich sufrió un ataque a las ocho de la noche y murió a las nueve. Stalin murió cincuenta minutos más tarde. ¡Morir sin saber siquiera que el gran tirano había expirado! Bueno, así veías tú a Serguéi Serguéievich. A pesar de ser meticulosamente puntual, siempre estaba medio desfasado con respecto al compás de Rusia. Así que su muerte había mostrado una sincronización estúpida.

Los nombres de Prokóflev y Shostakóvich siempre estarían vinculados. Pero a pesar de este lazo nunca fueron amigos. En general, admiraban la música del otro, pero Occidente había penetrado demasiado profundamente en Serguéi Serguéievich. Había abandonado Rusia en  1918, y descontando breves regresos -como cuando volvió con un par de pijamas desconcertantes- permaneció alejado hasta 1936. A esas alturas había perdido el contacto con la realidad soviética. Se imaginó que aplaudirían su patriótico retorno, que la tiranía se lo agradecería ... , ¿cuánta ingenuidad había en eso? Y cuando les hicieron comparecer juntos ante tribunales de burócratas musicales, Serguéi Serguéievich sólo pensó en soluciones musicales. Le habían preguntado qué estaba mal en la octava sinfonía de Dmitri Dmítrievich. Nada que no tuviera arreglo, contestó, siempre pragmático: sólo necesita una línea melódica más clara, y habría que suprimir el segundo y el cuarto movimiento. Y cuando le criticaron su propia obra, su respuesta fue: miren, tengo múltiples registros, díganme cuáles prefieren que utilice. Estaba orgulloso de sus facultades, pero no le estaban preguntando por ellas. No querían que fingieses adhesión a sus gustos triviales y a sus lemas críticos, desprovistos de sentido; te pedían que realmente creyeras en ellos. Querían tu complicidad, tu acatamiento, tu corrupción.

DE LA MUSICA

El ruido del tiempo, Julian Barnes, p. 105-106
El arte pertenece a todo el mundo y a nadie. El arte pertenece a todas las épocas y a ninguna. El arte pertenece a quienes lo crean y a quienes lo disfrutan. El arte no pertenece más al pueblo y al Partido de lo que perteneció en otro tiempo a la aristocracia y a los mecenas. El arte es el susurro de la historia que se oye por encima del ruido del tiempo. El arte no existe por amor al arte: existe por el bien de la gente. Pero ¿qué gente, y quién la define? Él siempre pensó que su arte era antiaristocrático. ¿Escribía, como sus detractores sostenían, para una élite burguesa y cosmopolita? No. ¿Escribía, como sus detractores querían, para el minero de Donbass fatigado de su turno de trabajo y necesitado de un reposo tranquilizador? No. Escribía música para todos y para nadie. La escribía para quienes más apreciaban la música que escribía, sin tener en cuenta  su extracción social. La escribía para los oídos que podían escucharla. Y sabía, por consiguiente, que todas las definiciones verdaderas del arte son circulares, y todas las definiciones falsas del arte le atribuyen una función específica.

El operador de una grúa en una obra escribió una vez una canción y se la envió. Él le había contestado: «La suya es una profesión maravillosa. Construye casas que son muy necesarias. Mi consejo sería que siga ejerciendo su útil oficio.» No le contestó esto porque creyera que un gruista fuese incapaz de escribir una canción, sino porque aquel concreto compositor en ciernes mostraba tanto talento como el que mostraría él si lo metieran en la cabina de una grúa y le enseñaran a mover las palancas. Y confiaba en que si, en los viejos tiempos, un aristócrata le hubiese enviado una composición de similar valía, habría tenido la entereza de responderle: «Excelencia, su posición es sumamente relevante y exigente, al ser responsable por un lado de mantener la dignidad de la aristocracia, y por el otro de cuidar del bienestar de los que faenan en sus propiedades. Mi consejo sería que siga ocupándose de su útil tarea.”

INCIPIT 771. HISTORIA DEL DINERO / ALAN PAULS

No ha cumplido quince años cuando ve en persona a su primer muerto. Lo asombra un poco que ese hombre, amigo íntimo de la familia del marido de su madre, ahora, encogido por las paredes demasiado estrechas del ataúd, le caiga tan mal como cuando estaba vivo. Lo ve de traje, ve esa cara rejuvenecida por la higiene fúnebre, maquillada, la piel un poco amarillenta, con un brillo como de cera pero impecable, y vuelve a sentir la misma antipatía rabiosa que lo asalta cada vez que le ha tocado cruzárselo. Así ha sido siempre, por otro lado, desde el día en que lo conoce, ocho años atrás, un verano en Mar del Plata, cuando falta poco para almorzar.

No corre una gota de viento, las cigarras ponen a punto otra ofensiva ensordecedora. Huyendo del calor, del calor y del tedio, él deambula a la deriva por ese caserón de principios del siglo veinte donde no termina de encontrar su lugar, poco importan las sonrisas con que lo reciben  los dueños de casa apenas la pisa por primera vez, la habitación exclusiva que le asignan en el primer piso o la insistencia con que su madre le asegura que, recién llegado y todo, tiene tanto derecho al caserón y a todo lo que hay en él

ARTE MUSICAL

El ruido del tiempo, Julian Barnes, p. 105
El arte pertenece a todo el mundo y a nadie. El arte pertenece a todas las épocas y a ninguna. El arte pertenece a quienes lo crean y a quienes lo disfrutan. El arte no pertenece más al pueblo y al Partido de lo que perteneció en otro tiempo a la aristocracia y a los mecenas. El arte es el susurro de la historia que se oye por encima del ruido del tiempo. El arte no existe por amor al arte: existe por el bien de la gente. Pero ¿qué gente, y quién la define? Él siempre pensó que su arte era antiaristocrático. ¿Escribía, como sus detractores sostenían, para una élite burguesa y cosmopolita? N o. ¿Escribía, como sus detractores querían, para el minero de Donbass fatigado de su turno de trabajo y necesitado de un reposo tranquilizador? No. Escribía música para todos y para nadie. La escribía para quienes más apreciaban la música que escribía, sin tener en cuenta su extracción social. La escribía para los oídos que podían escucharla. Y sabía, por consiguiente, que todas las definiciones verdaderas del arte son circulares, y todas las definiciones falsas del arte le atribuyen una función específica. 
En la imagen Dmitri Shostakovich

INCIPIT 770. HIJO DE DIOS / CORMAC McCARTHY

Llegaron como una caravana de feria ambulante, atravesando los prados de juncias y cruzando la colina a plena luz del día; los camiones se mecían, cabeceaban entre los surcos y los  músicos, que estaban sentados en las sillas de la caja del camión, se tambaleaban al tiempo que afinaban sus instrumentos; el gordo de la guitarra sonreía burlonamente, hacía gestos a los que iban en el coche posterior y se inclinaba para darle una nota al violinista, que giró una clavija y escuchó con cara arrugada. Pasaron por debajo de unos manzanos en flor, a continuación por delante de un granero hecho con troncos cuyas ranuras habían sido  rellenadas con barro rojizo y después vadearon un ramal y dieron con una casa de madera a la sombra azulada del muro de la montaña. Un poco más allá había un establo. Uno de los hombres del camión golpeó fuertemente con el puño el techo de la cabina y el camión se  detuvo. Los coches y los camiones surgieron de entre la maleza del prado; todos bajaron.

En la puerta del establo hay un hombre que, por otra parte, se encarga de observar todo lo que acontece en la bucólica, enmudecida y singular mañana. Es menudo, va sucio y sin rasurar. Camina por la paja seca, entre el polvo y los rayos de luz, con una agresividad obligada. Sangre celta y sajona. Un hijo de Dios más o menos como tú. Las avispas se cuelan por la luz  escalonada que procede de las ranuras de las tablillas en una sucesión de momentos refulgentes, doradas mientras se agitan entre penumbra y penumbra, como si fueran luciérnagas en la espesa y profunda oscuridad. 

DAS MAN

Bailar en la oscuridad, KO Knausgard, p. 251-252
 -Creo que no todos los presentes han oído hablar de Heidegger- dijo Yngve en una pausa inesperada-. Supongo que se podrá hablar de algo que no sea un oscuro filósofo alemán.
-Sí, supongo que sí -dijo Kjartan-. Podemos hablar del tiempo. ¿Y qué vamos a decir entonces? El tiempo está como siempre ha estado. El tiempo es aquello por lo que se hace visible la existencia, de la misma manera que nosotros nos hacemos visibles a través del estado de ánimo en el que nos encontramos, a través de lo que sentimos en cada momento. No se puede imaginar un mundo sin tiempo, o a uno mismo sin sentimientos. Pero ambas cosas automatizan al das Man. Das Man habla del tiempo como si no fuera nada especial, él no lo ve, ni siquiera Johannes -dijo Kjartan sefíalando al abuelo-, y eso que se pasa una hora al día escuchando el parte meteorológico y siempre lo ha hecho y percibe todos los detalles, pero ni siquiera él ve el tiempo, sólo ve lluvia o sol, niebla o aguanieve y no como es en sí mismo, como algo único que aparece ante nosotros, a través de lo que se muestra todo lo demás, en esos momentos de ... de gracia, tal vez. Heidegger si se aproxima a Dios y a lo divino, pero nunca se funde con ello, nunca recorre todo el camino, pero allí está, justo detrás, tal vez incluso como una condición del pensamiento.
Yngve, que habla puesto los ojos en blanco cuando Kjartan empezó .a hablar del tiempo, pinchó un trozo de salmón con el tenedor y lo llevó a su plato.

-¿Habrá también este año las dos cosas, jamón de cordero ahumado y costillas de cerdo? -preguntó.

A LOS 16 AÑOS

Bailar en la loscuridad, KO Knausgard, p. 180
Ah, esas luces atenuadas de los autobuses por las noches y los sonidos sordos. Los pocos pasajeros sentados, inmersos en su propio mundo. El paisaje que pasa deslizándose por la oscuridad de fuera. El zumbido del motor. Allí sentado, pensando en lo mejor que uno tiene, en lo más querido, deseando sólo estar allí, como fuera del mundo, de camino de un lugar a otro, ¿no es entonces cuando uno está por fin presente en él? ¿No es entonces cuando uno por fin está de lleno en el mundo?

Ah, ésta es la canción del joven que amaba a la joven. ¿Tiene derecho a usar una palabra como «amar»? Él no sabe nada de la vida, no sabe nada de ella, no sabe nada de sí mismo. Lo único que sabe es que jamás ha sentido algo con tanta fuerza y tanta claridad. Todo duele, pero no hay nada tan bueno como eso. Ah, ésta es la canción sobre tener dieciséis años y estar sentado en un autobús pensando en ella, la única, sin saber que esos sentimientos se irán atenuando poco a poco, apagando, que la vida, que ahora es tan grande y formidable, será inexorablemente cada vez más pequeña, hasta hacerse de una magnitud manejable, algo que no duele tanto, pero que tampoco es tan bueno.

MUSICA

Bailando en la oscuridad, KO Knausgrad, p. 70
Cada uno de los discos era un pequeño mundo. Todos expresaban determinadas posturas, ideas y ambientes. Pero ninguno era una isla, habla relaciones entre ellos que se ramificaban hacia fuera –Brian Eno, por ejemplo, empezó en Roxy Music, editaba discos solistas, producía a U2, colaboraba con Jon Hassell, David Byme, David Bowte ~Roben Fripp, y Roben Fripp tocaba en Scary Monster, de Bowie, Bowie producía a Lou Reed, que venía de Velvet Undetground, e Iggy Pop, que venia de The Stooges, mientras David Bowie colaboraba con Talking Heads, que, en su mejor disco, Rnnain in Light. utilizaba al guitarrista Adrian Belew, que a. SU vez tocaba en varios de los discos de Bowie y durante mucho tiempo fue su guitarrista en vivo preferido. Pero no sólo había ramificaciones y relaciones entre los discos, se extendían también hacia dentro de mi propia vida. La música estaba íntimamente relacionada con casi todo lo que yo habla hecho, ningún disco  quedaba libre de recuerdos. Todo lo que había sucedido durante los últimos cinco años subía humeando como el vapor de una taza cuando lo escuchaba, no en forma de pensamientos o razonamientos, sino como ambientes, aperturas, espacios. Algunos generales, otros específicos. Si mis recuerdos estaban amontonados detrás del remolque de mi vida, la música eran las cuerdas que todo lo ataban manteniéndolo en su sitio.
En la foto la última aparición pública de Bowie

DE LA MUSICA

El ruido del tiempo, Julian Barnes, p. 192
Y el momento en El mercader de Venecia en que Shakespeare dice que no es fiar un hombre al que lo le gusta la música; que un hombre así sería capaz de una vileza, hasta de asesinato o traición. Así pues, por supuesto, los tiranos odiaban la música, por mucho que se esforzaran en fingir que la amaban. Aunque odiaban más la poesía. Le había gustado estar en aquella lectura de unos poetas de Leningrado en la que Ajmátova subi6 al escenario y todo el público se levant6 espontáneamente para aplaudirla. Un gesto que indujo a Stalin a preguntar, furioso: «¿Quién organizó que se pusieran de pie?» Pero, más aún que la poesía, los tiranos odiaban y temían el teatro. Shakespeare ponía un espejo ante la naturaleza, ¿y quién soportaba ver su propio reflejo? Hamlet, por tanto, estuvo prohibido durante mucho tiempo; Stalin aborrecía esa obra casi tanto como aborrecía Macbeth.

Y no obstante, a pesar de todo esto, a pesar de que no tenía rival en la descripción de tiranos hundidos en sangre hasta las rodillas, Shakespeare era un poco ingenuo. Porque sus monstruos tenían dudas, malos sueños, punzadas de remordimientos de conciencia. Veían alzarse ante ellos a los espectros de los que habían asesinado. Pero en la vida real, bajo un terror real, ¿qué conciencia culpable? ¿Qué malos sueños? Todo eso era sentimentalismo, falso optimismo, la esperanza de que el mundo sería como queremos que sea en vez de como es. Qué pocos de los que cortaban la leña y hacían que volaran las astillas, de los que fumaban Belomor sentados ante sus escritorios en la Casa Grande, de los que firmaban las órdenes y  hacían las llamadas por teléfono, cerrando un expediente y con él poniendo fí a una vida, qué pocos de ellos tenían malos sueños o veían alguna vez alzarse a los espectros de los muertos para reprochárselo.

INCIPIT 769. LAS NOCHES DE FLORES / CESAR ARIA

Aldo y Rosita Peyró, un matrimonio maduro de Flores, adoptaron un curioso oficio en el que eran únicos y despertaban la curiosidad de los pocos que se enteraban: hacían delivery nocturno para una pizzería del barrio. N o es que fueran los únicos en hacerlo, como quedaba patente por el ejército de jovencitos en motoneta que iban y venían por las calles de Flores, y de todo Buenos Aires, desde que caía el sol, como ratones en el laberinto de un laboratorio. Pero  no había otra pareja madura (ni joven) que lo hiciera, y a pie, en sus propios términos.

Eran miembros muy característicos de nuestra vapuleada clase media, con una jubilación mediocre, casa propia, sin apremios graves pero sin un gran desahogo. Con salud y energía, relativamente jóvenes, sin nada que hacer, habría sido asombroso que no buscaran alguna ocupación con la que complementar su modesta renta. No se propusieron ser originales: el empleo surgió un poco por casualidad, por conocimiento con el joven encargado de la pizzería, y quizá también porque se parecía a un no trabajo. La crisis, que tantas adaptaciones extrañas en los hábitos venía produciendo, terminó de redondear la oportunidad

INCIPIT 768.BAILANDO EN LA OSCURIDAD / KARL OVE KNAUGARD

Mis dos maletas se deslizaban lentamente por la banda transportadora de la sala de llegadas. Eran viejas, de finales de los sesenta, las había encontrado el d1a antes de que viniera el  camión de la mudanza entre las cosas que mi madre guardaba en el desván, y me las adjudiqué de inmediato, iban bien conmigo y con mi estilo, no del todo contemporáneo ni del todo aerodinámico.
Apagué el pitillo en el cenicero del poste que había junto a la pared, bajé las maletas de la cinta y salí del recinto.
Eran las siete menos cinco.
Me encendí otro cigarrillo. Nada corría prisa, no tenía que llegar a ninguna parte, no había quedado con nadie.
El cielo estaba nublado y sin embargo el aire era fresco y claro. Había algo de alta montaña en el paisaje, a pesar de que el aeropuerto frente al que me encontraba estaba sólo unos metros por encima del nivel del mar. Los pocos árboles que podía ver eran bajos y estaban torcidos. La nieve cubría los picos de las montañas en el horizonte.
Justo delante de mí un autobús del aeropuerto se estaba llenando a toda velocidad.
¿Debería cogerlo?

El dinero que mi padre me había prestado de tan mala gana para el viaje tendría que cubrir mis gastos

JUVENTUD RUSA

El ruido del tiempo, Julian Barnes, p.99
En un mundo ideal, un joven no debería ser irónico. A esa edad, la ironía impide el crecimiento, atrofia la imaginación. Lo mejor es empezar la vida con un estado mental alegre y abierto, creyendo en los demás, siendo optimista, franco con todo el mundo en todo. Y después, cuando llegas a entender mejor las cosas y a las personas, desarrollar un sentido de la ironía. La progresión natural de la vida humana va del optimismo al pesimismo, y un sentido de la ironía ayuda a atenuar el pesimismo, ayuda a producir equilibrio, armonía.

Pero este mundo no era un mundo ideal y por eso la ironía crecía de formas extrañas y súbitas. De la noche a la mañana, como un hongo; desastrosamente, como un cáncer. El sarcasmo era peligroso para quien lo usara, identificable como el lenguaje del saboteador y el destructivo. Pero la ironía -quizá, a veces, eso esperaba- podía facultarnos para preservar lo que valoramos, incluso cuando el ruido del tiempo se volvía tan fuerte que rompía cristales.

CHIVATOS ESPAÑOLES

El vano ayer, Isaac Rosa, p. 77
El chivato español es muy gregario. Varios individuos pueden formar, por estrecha cohabitación, una banda compuesta por 150 o 200 animales que se reconocen entre ellos probablemente por el sentido del olfato, que está muy desarrollado. Por otro lado, existe entre los miembros de una misma banda una gran facilidad para comunicarse entre ellos. Cuando un chivato se halla delante de un cebo, lo examina, lo estudia largamente, lo olfatea, observa los alrededores y finalmente decide si pueden consumirlo o no sus semejantes. En caso de duda, les comunica sus recelos y, para evitar cualquier equivocación por su parte, deposita en la superficie del cebo orina o excrementos. De esta forma los chivatos inexpertos están protegidos de los accidentes.
Sus espacios naturales de desenvolvimiento son variados. En realidad existen pocos hábitat donde no pueda desarrollarse una comunidad de chivatos; incluso se han hallado restos fósiles  de chivatos en condiciones adversas, como las alturas andinas (ruinas de la civilización incaica) o el círculo polar antártico (base científica francesa Dumont d'Urville, 140° de longitud este, donde la acción invisible de un chivato motivó en 1993 el relevo del profesor Bayrou por uso inapropiado de las comunicaciones vía satélite).
En la actualidad y entre nosotros, su espacio preferente es el centro de trabajo, donde la desintegración de los lazos de solidaridad de clase, la devaluación de las condiciones laborales y la acción decidida de los departamentos de personal han favorecido la aparición de un caldo de cultivo ideal, en el que los chivatos crecen y se reproducen en la horizontalidad y la verticalidad de las empresas, causando enfrentamientos, disoluciones, intrigas y una general desconfianza defensiva que impide acciones conjuntas del cuerpo asalariado. Aunque suele ser identificado y aislado, el chivato se beneficia de la alta movilidad laboral y de las inevitables relaciones de poder que se forman en la conspiración de pasillos, recreos de café y lealtades variables.

Pese a su preferencia por el centro de trabajo, el chivato no ha desaparecido de otros hábitats en los que su presencia es endémica, tales corno los centros escolares (donde podemos hallar ejemplares cachorros que ya prometen una memorable madurez, alentados por ciertos miembros incautos del cuerpo docente que no son conscientes del monstruo que están creando, y pese a las represalias ejemplarizantes que sufren por parte de los alumnos: la conocida fórmula "chivato paga el plato" que incluye castigos corporales a merced de la cruel imaginación infantil), las comunidades de vecinos (donde, junto a ejemplares ya identificados, como la "vecina cotilla de patio" o el "vecino-mirilla", reina sin discusión el tipo "portero': tradicionalmente considerado como la especie de chivato por antonomasia, y tradicionalmente aprovechado por su potencial informativo por las autoridades, aunque hoy en retroceso por la proliferación de porteros electrónicos y el recorte de gastos en las comunidades), el colectivo de taxistas (esos hombres ociosos que en las paradas empujan el vehículo en punto muerto y leen prensa deportiva pasada de fecha no pueden tramar nada bueno) y, por supuesto, ciertas alturas biológicas cuyo estudio escapa a nuestro alcance, tales como la comunidad política y la periodística
(En la foto Bowie como Judas en la última tentación de Cristo)

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