Hombre lento, JM Coetzee, p. 229
Sobre la mesa del recibidor, una nota garabateada:
«ADIÓS, SEÑOR RAYMENT. HE DEJADO UNAS CUANTAS COSAS, LAS
RECOGERÉ MAÑANA. GRACIAS POR TODO. DRAGO. PD: TODAS LAS FOTOS ESTÁN ORDENADAS».
Las “cosas” a las que Drago se refiere resultan ser una
bolsa de basura llena de ropa, a la que él añade unos calzoncillos que
encuentra entre la ropa de cama. Por lo demás no queda ni rastro de los Jokié,
ni de la madre ni del hijo. Van y vienen, no dan ninguna explicación: será
mejor que se acostumbre. ¡Y, sin embargo, qué alivio estar solo otra vez! Una cosa
es vivir con una mujer, y otra muy distinta compartir la casa con un joven
desordenado y poco considerado. Siempre hay tensión, siempre es incómodo cuando
dos hombres ocupan el mismo territorio. Se pasa la tarde ordenando el estudio,
devolviendo las cosas a su sitio; luego se ducha. Mientras lo hace, se le cae
accidentalmente el frasco de champú. Cuando se agacha para recogerlo, el
andador Zimmer, con el que siempre se mete en la mampara, resbala hacia un lado.
Pierde el equilibrio, se cae y se golpea la cabeza contra la pared.