De Matara a un ruiseñor de Harper Lee,p. 181-182
Según Dill lo explicaba, me
encontré preguntándome cómo sería la vida si Jem fuera diferente, incluso de
como era ahora; lo que yo haría si Atticus no sintiera la necesidad de mi
presencia, ayuda y consejo. Vaya, no podía pasarse ni un solo día sin mí.
Incluso Calpurnia no podría seguir
adelante a menos que yo estuviera ahí. Me necesitaban.
-Dill, seguro que no es así.. .
tu familia no podría pasar sin ti. Solo son mezquinos contigo. Te diré lo que
debes hacer respecto a eso ... Dill continuó hablando en la oscuridad.
-La cuestión es ... lo que
intento decir es ... ellos se lo pasan mejor sin mí, yo no puedo ayudarlos en
nada. No son mezquinos. Me compran todo lo que quiero, pero es como si me
dijeran: «Ahora que lo tienes, vete a jugar con ello. Tienes toda una
habitación llena de cosas. Te he comprado ese libro, así que ve a leerlo».
-Dill puso una voz más grave-. No eres un muchacho. Los muchachos salen y
juegan al béisbol con otros muchachos, no se quedan en casa molestando a sus
padres. -La voz de Dill volvió a ser la de siempre-. Ah, no son mezquinos. Te
besan y abrazan cuando te dan los buenos días y las buenas noches y cuando te
dicen adiós, y te dicen que te quieren ... Scout, consigamos un bebé.
-¿Dónde?
Dill había oído hablar de un
hombre que tenía una barca con la que iba remando hasta una isla llena de
niebla donde estaban todos esos bebés; se podía pedir uno ...
-Eso es mentira. La tía me dijo
que Dios los hace bajar por la chimenea. Al menos creo que eso fue lo que dijo.
Por una vez, la pronunciación de la tía no había sido demasiado clara.
-Bueno, no es así. Los bebés se
sacan de otras personas. También está ese hombre ... él tiene todos esos bebés
esperando a que los despierten, él les insufla vida ...
Dill estaba emocionado otra vez.
En su viva imaginación siempre flotaban cosas hermosas. Podía leer dos libros
en el tiempo en que yo leía uno, pero prefería la magia de sus propias
invenciones. Sumaba y restaba con más rapidez que el rayo, pero prefería esa
otra dimensión, un mundo donde los bebés dormían, esperando a que los
recogieran por la mañana como si fueran lirios. Hablaba lentamente arrullándose
a sí mismo y arrastrándome también a mí
al sueño, pero en la quietud de su isla brumosa se erigía la borrosa imagen de
una casa gris con tristes puertas marrones.
-¿Dill?
-¿Mmm?
-¿Por qué crees que Boo Radley no
ha huido nunca? Dill suspiró pesadamente y se puso de espaldas a mí.
-Quizá no tenga ningún lugar a
donde huir ...
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