FILIACION
De pronto se hizo consciente del
silencio de la tarde, de pronto, igual que si lo hubieran desplomado en medio
del cuarto de estar, en la foto de Mamá con los tirabuzones y veinte años casi
imposibles, en las cosas de ella y de Manuel, en los niños. El retrato lo había
dejado Mamá en un ataque de orgullo hacía un mes un poco porque le gustaba
aquella foto y más que nada porque la irritaba que no hubiera ninguna imagen
suya en el cuarto de estar cuando había una de la madre de Manuel. Allí estaba
ahora; elegante, absurda y fuera de lugar, sin hacer conjunto con ninguno de
los muebles, golpeando para ser vista, tan Mamá.
Las palabras que acababa de oír
en el teléfono, la voz asustada de la sirvienta al otro lado de la línea
(sudamericanísima y quizá exagerada), la habían dejado de aquella forma y un
poco culpable de no coger el bolso y salir corriendo hacia el hospital, como
había hecho otras veces en situaciones parecidas. La señora, había dicho la
sirvienta, como era tan así, tan suya para esas cosas, se había resbalado en la
ducha, y aunque ella había oído el golpe y los lamemos desde el principio, hasta
que llegó la ambulancia y rompieron la cerradura del baño no la habían podido atender.
Ahora estaba en el hospital.
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