De El buen relato de JMCoetzee, p.174-175
(En las primeras páginas de la primera novela
que tenemos en inglés, Robinson Crusoe se pregunta por qué no podemos estar
satisfechos con el mero hecho de deslizarnos cómodamente por la vida, por qué tenemos que
salir al mundo y arriesgarnos, por qué tenemos el impulso de convertirnos en
«instrumentos de nuestra propia destrucción». La respuesta es igual de antigua
que la misma novela y tal vez que el mismo acto de narrar: porque así se ponen
las historias en marcha.)
La respuesta más profunda a mi
pregunta de por qué tiene ''Austerlitz” su visión, la respuesta en la que se
basa todo el libro de Sebald, es que lo reprimido regresa. Mi siguiente
pregunta, entonces, es: ¿y si lo reprimido no siempre regresa? ¿Y si, por cada
joven Dafydd/Jacques a quien se le desploman bajo los pies las historias que lo
sostenían, hay otro Dafydd/Jacques que nunca se angustia por quién es en realidad,
sino que se limita a deslizarse cómodamente por la vida, envuelto en las
versiones de su biografía que le han contado?
No tiene sentido afirmar que los
incontables ejemplos que conocemos de material reprimido que regresa para
atormentarnos demuestran que lo reprimido regresa siempre, puesto que por pura
lógica no nos enteramos de los casos en que lo reprimido no regresa.
Es difícil, tal vez imposible,
escribir una novela que se pueda reconocer como novela usando la vida de
alguien que de principio a fin se siente cómodamente arropado por ficciones. Solo
construimos novelas sacando esas ficciones a la luz. La novela como género
parece tener un interés fundamental en afirmar que las cosas no son lo que
parecen, que nuestras vidas aparentes no son nuestras vidas reales. Y el
psicoanálisis, diría yo, tiene un interés parecido.
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