De El Hijo del Cielo: crónica de los días soberanos de Victor Segalen
Los otros, los que no vienen de
Corea, ni de Mongolia, ni del nuevo Kansu, ni de los montes K'uen-luen
occidentales, son llamados bárbaros extranjeros --o diablos, por el pueblo--,
pues son tan diferentes de los hijos de Han como los hombres (si por tales puede tenérseles) lo son del
tigre, y el tigre del dragón.
He aquí cómo pueden ser
descritos. Grandes pelos en la barba. La frente, manchada de cabellos incultos,
o bien demasiado depilados. Una nariz de la que se mostrarían orgullosos los
elefantes que arrastran los carros. Una piel semejante a la de la quisquilla cocida.
Cada uno de estos enviados (y son diez) pretende ser enviado por tal o cual
gran reino de los anglos, de los francos, de los teutones, de los rusos y de
otros que no tienen títulos definidos. Los anglos habitan en una isla
extremadamente occidental, que abarrotan. Como no tienen arrozales ni campos
disponibles, recorren los otros países intentando someter a los más débiles para
comer de su hambre. Tienen el pelo rojo. Los teutones están hechos de
brutalidad y rudeza. Tienen el pelo rubio. Las gentes del país franco se tienen
por los más correctos y educados. Toman su exuberancia y su facundia por usos verdaderamente
ceremoniosos. Están lejos de nuestros camelleros. Otros, que hablan unas veces
el lenguaje franco y otras el de los teutones, participan de unos y otros.
Ocupan, por lo visto, un pequeño distrito intermedio. Disponen de muchos lingotes.
En cuanto a los hombres del país ruso, no se pueden considerar en el número de
los muy-occidentales, pues habitan en el norte de Mongolia . Su proximidad al
Imperio sin duda les ha ayudado a adquirir hábitos mejores.
Pese a todas las diferencias una
costumbre los une: el respeto que manifiestan por el Emperador, vista su insistencia
en verle, en prosternarse ante El, en ofrecerle tributo, insistencia repetida día tras día. Una vez
más, digamos que pese a sus diferencias, todos ellos son, no los hijos, sino
los súbditos lejanos del Emperador Unico. Pueden contar (pese a sus defectos y,
a veces, a sus rebeliones) con Su benevolencia. Quienes entre ellos pasen
hambre serán saciados. Los que gobiernen mal, serán bien aconsejados. El Hijo
del Cielo vierte los favores del Cielo sobre toda la tierra, incluso sobre los
más y salvajes de sus lejanos súbditos.
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