Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

20 AÑOS NO ES NADA

De Un mundo deslumbrante de Siri Hustvedst, p. 105
Mis padres no estaban de acuerdo respecto a las manchas de semen. Mi madre se planteaba por qué había que rechazar el aspecto personal de la obra, por qué considerar que la  masturbación de un hombre, su soledad y tristeza eran ajenos al arte. Fue muy enfática. Dijo que había que distinguir entre lo que uno veía (manchas) y su identificación como residuo humano. A mi padre todo aquello de las manchas le parecía excesivo y repugnante. Oscar, que suele ser bastante flemático, dijo que por lo que estaba oyendo, la obra parecía una estupidez, una verdadera estupidez. Yo dije que no estaba segura. No había visto la exposición. Lo cual significa que mi madre era la única que defendía el semen frente a dos hombres que llevaban años produciéndolo regularmente. Recuerdo que pensé que era una suerte que las emisiones de ambos hubieran dado en el blanco, por lo menos un par de veces. Mi madre se fue exaltando e irritando cada vez más y hablaba sin parar. La técnica habitual de mi padre era la de cambiar de tema, lo cual sólo servía para aumentar la furia de mi madre, que acababa gritando: «¿Por qué no me contestas?" Por entonces yo tenía veintiséis años, estaba casada y embarazada, e incluso a esas alturas de mi vida me resultaba intolerable aquella tensión entre mis padres. Mi madre se empeñaba en continuar con su defensa apasionada mientras mi  padre, incómodo, paseaba la mirada por la habitación y deseaba para sus adentros que ella se callara de una vez. He presenciado esa misma escena miles de veces y he sentido cómo mi propia ansiedad iba en aumento hasta sentir que iba a explorar en pedazos. Por supuesto, allí ya no se estaba hablando del semen de Anselm Kiefer. Después de tantos años de matrimonio mis padres continuaban malinterpretándose mutuamente

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