De El mal de Montano de Vila-Matas, p.260
Llegas a ese modesto edificio, al
187 de Hauptstrasse de Kierling, un pequeño pueblo cerca de Klosterneuburg. En él,
el3 de junio de 1924, murió Kafka cuando el lugar era el sanatorio del doctor
Hoffman. Ahora es una casa de viviendas y has llegado fácilmente a ella gracias
a que hallaste la dirección exacta en Danubio, el lugar está bastante igual a como
en ese libro lo describe Magris tras su visita allá por los años ochenta. La
habitación de Kafka daba al jardín, en la primera planta. Era un cuarto muy
adornado con flores. En esa primera planta, en el espacio exacto en el que
murió Kafka, una vieja dama muy amable te deja pasar a su vivienda para que
veas desde el balcón el jardín de abajo. La señora va vestida con una especie
de camisón blanco recamado de marfil, casi parece que se hubiera vestido para
recibirte. En el jardín ahora hay una barraca de madera llena de carretillas y
hoces. Desde su mecedora, Katka contemplaba ese jardín, fue el último jardín
que vio. Ladra el perro de una casa vecina, intentas imaginar este paisaje en
invierno, con el cielo gris de hielo y manchas de nieve. Estás algo
impresionado, estás en el lugar exacto donde Kafka se despidió de la vida. Según
cómo mires, puedes ver lo que veía él al final de sus días. “Veía, escribe
Magris, aquel verde que se le escapaba, o sea el florecer, la estación, la
linfa que en cambio el papel le absorbía del cuerpo, desecándolo en una
sensación de pura e imponente aridez.”
-¿Tomará el té conmigo, señor
Walser? -te propone la amable señora.
Le dices que por supuesto y que
estás encantado de su hospitalidad. Aquí murió Kafka, piensas. Y piensas que si
se lo dijeras a la señora, te diría que también piensa morirse ella ahí. Y
recuerdas otra frase de Magris sobre esta habitación: Aquí hemos muerto
realmente Todos, como en las sacras representaciones medievales.
Cuando te sirve el té, le
preguntas si ha leído a Kafka.
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