David Foster Wallace, DT Max, p. 76
Más adelante, Wallace vería todas
las cuestiones que Wittgenstein le había invitado a plantearse como meros
divertimentos trillados. En una entrevista llegaría a tildar a La escoba del
sistema de banal, una autobiografía encubierta, «el relato sensible de un joven
WASP muy sensible que acaba de atravesar una crisis "de la mediana
edad" que le ha llevado desde una matemática analítica fría y cerebral a
una aproximación fría y cerebral a la literatura [ ... ] lo que también
transformó su terror existencial desde el miedo a no ser más que una
calculadora a 36,5 ° C hasta el miedo a no ser más que un constructo
lingüístico». 38 Pero en aquel momento, el interés por las implicaciones de las
teorías de Wittgenstein estaba muy vivo en éL Después de todo, el segundo
Wittgenstein era Wallace sano; el primer Wittgenstein, el autor deprimido.
El manuscrito de ficción y la
tesis de filosofía de Wallace se correspondían: ambos indagaban en la cuestión
de si el lenguaje describía el mundo o si de alguna manera profunda lo definía
o incluso lo alteraba. ¿Responde la comprensión que tenemos de nuestra
experiencia a una realidad objetiva o a determinadas limitaciones cognitivas de
nuestro interior? ¿Constituye el lenguaje una ventana o una jaula? Por
supuesto, con su empeño intelectual, Wallace quería alcanzar un panorama real y
veraz, o al menos un espejismo lúdico y benigno. Uno de los ejemplos favoritos
del vibrante vínculo existente entre el lenguaje y los objetos que a Wallace y
sus amigos les gustaba discutir en su mesa de Valentine Hall era el siguiente:
¿qué parte de una escoba es más importante, el cepillo o el mango? La mayor
parte de la gente se decantaría por el cepillo, pero la cuestión depende
realmente del uso que quieras darle a la escoba, Si lo que quieres es barrer,
entonces sin duda las cerdas son la parte fundamental, pero si tuvieras que
romper una ventana, entonces, lo sería el mango.
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