David Foster Wallace: una biografía, DT Max, p. 17
En El rey pálido, la novela que
terminaría por derrotar a Wallace, hay un estudiante universitario que ve la
televisión sin parar (Wallace también era adicto a la televisión). Cada día, este
personaje -que tiene el nombre de Fogle- permanece sentado con desidia frente
al televisor y escucha la frase «Están viendo As the World Turns» (Mientras el
mundo gira) hasta que cae en la cuenta de que ese anuncio de un culebrón
estadounidense está tratando de decirle algo. Tú eres responsable de hacer que
tu vida tenga sentido. Nadie puede ayudarte, solo tú mismo. Wallace era
consciente de lo fácil que es, en la era moderna, limitarse a observar cómo
gira el mundo. Durante sus episodios de depresiones y adicciones, él era así.
Era un punto de vista que le resultaba connatural, pero también una característica
de sí mismo que odiaba. Y lo que nos atrae de él es el valor que demostró en su
lucha por levantarse de esa silla, por correr más deprisa que el mundo mientras
éste gira. Al final, nos identificamos con Wallace no porque venga del mismo
sitio que nosotros, sino porque insinúa un camino para llegar a otra parte. No
porque encontrara las respuestas, sino porque nunca dudó que hacer las
preguntas siguiera mereciendo la pena. A pesar de todos los momentos de
oscuridad que hubo en su vida, este
producto del Medio Oeste americano: esperanzado, vulnerable, enérgico,
irascible, desesperado, optimista y tímido, nunca dejó de ser una versión más
pura de nosotros mismos.
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