Libre, Lea Ypi, p. 99
Los niños extranjeros despertaban
nuestra curiosidad, a veces envidia y, a menudo, también pena. A mí me daban lástima
especialmente el Primero de Junio, el Día de los Niños, cuando mis padres me
compraban regalos, íbamos a comer helados a la playa y al parque de
atracciones. Ese día también me regalaban una suscripción anual a varias
revistas infantiles. A través de ellas yo me enteraba de lo que hacían los
demás niños del mundo. La revista Estrellitas era para niños entre seis y ocho
años, y el Día de los Niños aparecía una viñeta que se llamaba «Nuestro Primero
de Junio y el de ellos». En un lado se veía a un capitalista gordo, con un gran
sombrero de copa, que le compraba un helado a su hijo gordo mientras, sentados
en el suelo junto a la puerta de la heladería, había dos niños harapientos.
Debajo de estos últimos, una leyenda decía: «Para nosotros nunca hay un Primero
de Junio». Al otro lado de la viñeta había banderas socialistas, niños felices
de la mano de sus padres, que llevaban flores y regalos y hacían cola para
comprar un helado delante de una tienda. «Nos encanta el Primero de Junio»,
rezaba la leyenda. La cola era muy corta.
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