Melvill, Rodrigo Fresán, p. 127
Lo que no implica que Allan
Melvill desprecie cuadros y esculturas (porque quedan tan bien enmarcados entre
cortinas pesadas o sillones bien tapizados) y que ahora no sienta un escalofrío
frente a ese cuadro que le señala Nico C., en Londres, antes de París y antes
de Venecia.
«Ah ... Fuseli», le dice Nico C.
«The Nightmare», lee Allan
Melvill.
«Magnífico ejemplo de
chiaroscuro», continúa Nico C. «Este cuadro figura ... figurará en una página
de esa novela con criatura muerta-animada que ya te mencioné. Supongo que
llegado su momento nunca la leerás; pero la esperanza es lo último que se
pierde. Tal vez deba decirte que en sus páginas se describen muy detalladamente
artículos de lujo importados o algo así, porque ¿acaso hay algo más valioso y
deseable que la posibilidad de un hombre muerto que ha sido importado de vuelta
a la vida desde el Más Allá? ... Ja ... Y mira ese cuadro: ¿no piensas que
están muy logrados esos doseles de brocado rojo y esa manta y esas sábanas en
el fondo del cuadro? ¿ Y qué contendrán esos frascos sobre la pequeña mesa
junto al lecho? ¿ Polvos afrodisíacos, alguna variedad de somnífero elegante y apenas
prohibido; ese melódico y melancólico perfume que, anticipo, te dará a oler y a
beber Cosmo de aquí a unos días? Y, ah, de nuevo, el simbolismo ... El
simbolismo que es nuestra razón de ser y de no ser ... ¿Qué sería de nosotros
sin él? El simbolismo que despierta todos los sueños a todas las
interpretaciones. Digámoslo así, por ejemplo: en este cuadro tú eres la doncella dormida y yo soy ese íncubo posado
sobre tu cuerpo ... ¿ Y esa yegua nocturna? Digamos que esa yegua es todo aquello
que no te atreves a montar pero, sin darte cuenta, que ya cabalgas hacia el
abismo, Allan.»
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