Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

PERDIX


Héroes, Stephen Fry, p. 380

Durante muchos años, Minos ha tenido la suerte de contar en su corte con el dotadísimo inventor, el artesano más habilidoso aparte de las forjas olímpicas de Hefesto. Se llama Dédalo y es capaz de crear objetos semovientes a partir de metal, bronce, madera, marfil y piedras preciosas. Ha dominado el arte de ovillar láminas de acero hasta convertirlas en potentes muelles, con los que controla ruedas y cadenas para formar complejos y maravillosos mecanismos que marcan el paso de las horas con tremenda precisión o controlar los niveles del cauce de los ríos. No hay nada que no pueda elaborar en su taller este hombre astuto. Allí guarda estatuas semovientes, hombres y mujeres animados por su pericia, cajas que hacen sonar música y artefactos que lo despiertan por las mañanas. Solo con que la mitad de lo que se cuenta de Dédalo fuese verdad ya podrías decir que es el inventor, arquitecto y artesano más dotado e inteligente que ha caminado sobre la faz de la tierra.

Dicen que es descendiente de Cécrope, el primer rey de Ática y antepasado de todos los atenienses, Cécrope, que falló a favor de Atenea cuando Poseidón y ella pugnaban por el control de la nueva ciudad que estaba construyendo. Por eso se llama Atenas y disfruta de la sabiduría y la cordialidad de la protección de la gran diosa. Solo lo apunto por que aunque trabaje para Minos, nuestro enemigo, creo que Dédalo es de los nuestros, como ateniense. Después de todo, me fastidiaría enterarme de que un cretense sea tan listo. De hecho, Dédalo fue expulsado de Atenas. Tenía de aprendiz un sobrino llamado Pérdix, que era, dicen, incluso más ingenioso y dotado que su brillante tío. Antes incluso de cumplir los veinte años, Pérdix había inventado la sierra (inspirada, dicen, en el borde dentado de la aleta dorsal de los peces), brújulas pata planos arquitectónicos y geometría, y también el torno de alfarero. ¿Quién sabe qué habría llegado a inventar de no ser porque su celoso tío lo mató despeñándolo por la Acrópolis? La diosa Atenea lo convirtió en una perdiz. Si alguna vez te has preguntado por qué las perdices vuelan bajo y nunca surcan los aires e incluso construyen sus nidos. en el suelo, es porque recuerdan la aterradora caída desde las alturas de Atenas.


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