Lugar seguro, Isaac Rosa, p. 172
Sigan jugando, a ver si la próxima generación tiene más suerte. Pues no. No vamos a repetir errores pasados. Hemos aprendido. Respetamos a quienes siguen intentándolo, a quienes trabajan en las instituciones, son nuestros aliados y nos abren muchas puertas. Y asumimos que solo mediante -comunidades y trabajo de barrio no conseguiremos grandes cambios, también necesitamos al Estado, porque además la transformación debe ser global, no en un solo país. Pero la vía electoral no es nuestro camino, al menos por ahora. Demasiado esfuerzo para tan poco resultado, lo hemos visto ya antes. Esta vez es diferente. Esta vez se trata de hacer, hacer, hacer. Forzar los cambios para que a los gobernantes no les quede más remedio que legislar esos mismos cambios ya consolidados, convertirlos en norma, inscribirlos en el boletín oficial. Generar nuevas realidades, nuevas formas de vida. Una sociedad diferente, no desde arriba sino por abajo. Un pueblo entero dispuesto a hacer la transición, a empujar a favor, a resistir los retrocesos, a soportar las contradicciones. Producir un nuevo sentido común, y hacerlo mediante prácticas. Y el último paso, muy al final del camino, ya sin apenas esfuerzo, podría ser llegar al gobierno, no digo que no. Pero con todo ese trabajo previo ya hecho. Vencidas las resistencias. Mientras tanto, ya conseguimos cambios sin estar en ningún ejecutivo. Partidos que incluyen nuestras propuestas en sus programas. Ayuntamientos que asumen y financian proyectos. Gobiernos autonómicos que colaboran, o al menos no obstaculizan. Y leyes que no se habrían conseguido sin esta gran masa crítica. Ahí está la última reforma del mercado energético, que no es suficiente, vale, pero hace pocos años era impensable. Solo cuando han visto que estábamos dispuestos a llenar los tejados de todo el país con paneles y crear nuestras propias redes de distribución han reformado un mercado intocable. Y la nueva ley de vivienda, qué me dices. O el debate sobre la semana laboral de cuatro días, que cada vez tiene más partidarios. Típico comportamiento botijero: atribuirse todo tipo de éxitos, sobre todo ajenos.
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