Wagnerismo, Alex Ross, p. 612
La literatura sobre Hitler y el
nazismo es proclive a lo que el escritor Ron Rosenbaum llama la «teoría de la
única bala»: explicaciones simplistas para un horror complejo. Se han sugerido
diversas claves para comprender a Hitler, como que tuvo un padre violento; que
se sentía demasiado cercano a su madre; que padeció encefalitis; que contrajo
la sífilis con una prostituta judía; que echó la culpa de la muerte de su madre
a un médico judío; que le faltaba un testículo; que fue objeto de un
tratamiento de hipnosis que no surtió los efectos deseados; que era homosexual;
que estaba perturbado por las drogas; y, lo más insidioso de todo, que tenía
ascendencia judía. A esta discutible lista puede añadirse la idea de que Hitler
recibía indícaciones póstumas de Wagner. La primera exposición definitiva de la
tesis llegó en 1939, cuando el poeta e historiador Peter Viereck identificó a
Wagner como «el manantial individual quizá más importante de la ideología
nazi». Una variación extrema aparece en el libro Wagners Hitler. Der Prophet
und sein Vollstrecker (El Hitler de Wagner. El profeta y su discípulo), de
Joachim Kiihler, publicado en 1997, donde se dice que la «campaña de Hitler
para exterminar judíos formaba parte de su amor por Wagner».
Hitler alimentó este tipo de
especulaciones con la afirmación de que un encuentro juvenil con Rienzi fue lo
que lo impulsó a emprender una carrera política. Muchos destacados historiadores del Tercer Reich no se sienten
inclinados a dar credibilidad a sus palabras y dudan de que Wagner desempeñara
un papel significativo en la evolución política del dictador. Richard J. Evans,
en The Third Reich in Power (El Tercer Reich en el poder), afirma que «se ha
tendido a exagerar la influencia del compositor en Hitler». Joachirn Fest, que
había hecho hincapié en el legado de Wagner en su clásica biografía de Hitler,
concluyó más tarde que polémicas como la de Kiihler confundían el contenido de
las obras con la historia de su recepción, vinculando la segunda al primero.
(Kiihler aceptó más tarde la crítica y se retractó de su tesis.) Wagner fue un
antisemita agresivo pero el antisemitismo no es sinónimo de una filosofía política.
Una gran parte de la errática ideología del compositor -las tendencias
anarquistas, la desaprobación de los ejércitos permanentes, el rechazo del poder
organizado- es la antítesis de la mentalidad totalitaria.
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