Wagnerismo, Alex Ross, p. 464
Al igual que el Anillo, En busca
del tiempo perdido surgió de una idea inicial relativamente modesta que fue
haciéndose cada vez mayor y se subdividió en muchas partes. Jean-Jacques
Nattiez examina este proceso en su libro Proust musicien (Proust músico).
Wagner empezó por el final, con Siegfrieds Tod (Muerte de Siegfried). Proust
comenzó con un borrador de un ensayo semificticio titulado Contre Sainte-Beuve,
que reflexiona sobre los recuerdos inherentes en objetos y lugares: el más
famoso de todos ellos, el sabor de una magdalena que te lleva a revivir la
infancia. Después de que quedara esbozada Muerte de Siegfried, Wagner se dio
cuenta de que tenía que contar las partes anteriores del drama a fin de
proporcionar al desenlace su peso necesario. Proust, de manera análoga, siguió
expandiendo los estadios intermedios de ·su relato, con lo cual los capítulos se
convirtieron en libros. La propia génesis del Anillo se comenta en La
prisonniere (La prisionera), el quinto volumen de En busca del tiempo perdido.
Marce!, el narrador proustiano, se imagina la sensación de asombro de Wagner
cuando se da cuenta «de repente de que había escrito una tetralogía». El
compositor debe de haber contemplado una «unidad ulterior», ya que la
concatenación de los fragmentos produce una red de interrelaciones. De hecho,
este resumen es más adecuado para En busca del tiempo perdido de lo que lo es
para el Anillo.
Nattiez revela también el
trasfondo wagneriano oculto del compositor ficticio Vinteuil, cuyas obras se
oyen en momentos clave a lo largo del ciclo. En la primera novela, el diletante
y coleccionista judío Charles Swann se queda absorto con una «frasecita» de la Sonata
de Vinteuil: un pasaje que va atravesando su vida y que más tarde se introduce
también en la de Marce!. Actúa en gran medida como un Leitmotiv. Thomas Grey ha
escrito que los Leitmotive de Wagner no son solo una manera de etiquetar, sino
que también guardan relación con «la memoria musical, con rememorar cosas recordadas
tenuemente y ver qué sentido podemos extraer de ellas en un contexto nuevo».
Así es precisamente cómo la «frasecita» va abriéndose paso en En busca del
tiempo perdido. La deliciosa complicación es que este Leitmotiv es en sí mismo
una pieza musical: es, de alguna manera, una metáfora de sí mismo.
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