Cuentos y prosas breves, James Joyce, p. 423
Allí la vida es tranquila. Joyce
vive en una pensión modesta, toma algunos breves apuntes para un posible libro
y pasea con su nieto, al que cuenta muchas historias. A las pocas semanas de estar en Zúrich empieza a quejarse de un dolor
en el estómago, y una vez más le dicen que son los nervios acumulados. La noche
del diez de enero pide que por favor le administren morfina para poder dormir;
pero esta no calma su dolor, y por la mañana tiene que ser ingresado de
urgencia en un hospital. Allí descubren que tiene una úlcera perforada, e
inmediatamente le operan. La operación parece salir bien. Convaleciente, solo
puede preguntar por Nora; pide que la llamen, que la dejen dormir allí con él.
Pero Joyce está solo cuando pierde la consciencia. La madrugada del 13 de enero,
a los cincuenta y ocho años, muere de una peritonitis. Dos días después se
celebra su funeral en el cementerio de Fluntern de Zúrich.
Lo último que Joyce escribió
antes de caer inconsciente fue una postal para su hermano, que tuvo que ser
ingresado con un ataque de nervios cuando se enteró por los periódicos de la
muerte de James. El profesor Stanislaus Joyce aún vivirá trece años más, en
Trieste; a su muerte dejará un libro inconcluso, My Brother s Keeper, y un niño
de diez años, James. Morirá un 16 de junio, día de Ulises.
Nora pasará los pocos años que le
quedan en Zúrich, donde visitará todos los días la tumba de su marido. Hacia el
final de su vida se verá obligada a vender sus cartas y manuscritos por falta de
dinero. Morirá un 10 de abril, y será enterrada con él. Lucia pasará el resto
de sus días en los sanatorios sin aceptar la muerte de su padre: «¿Qué hace ese
idiota debajo de la tierra? ¿Cuándo piensa salir?». Morirá en uno de
Northampton, Inglaterra, en 1982.
No hay comentarios:
Publicar un comentario