La salud psíquica, según Freud, consiste
en ser capaz de amar y trabajar, y desde hacía casi diez años yo era, para mi
gran sorpresa, capaz de hacerlo. N o lo habría creído si me lo hubieran
vaticinado cuando era más joven. No esperaba tanto de la vida. Ahora bien, yo acababa
de escribir uno tras otro, sin largos y angustiosos intervalos de sequía,
cuatro gruesos libros que muchos consideraban buenos, y todos los días daba
gracias al cielo por un matrimonio que me hacía feliz. Al cabo de tantos años de
vagabundeo sentimental creía haber llegado a puerto. Creía que mi amor estaba
al abrigo de tempestades. No estoy loco: sé bien que todo amor está amenazado
-que todo lo está, de todas formas-, pero me representaba esta amenaza como
algo que ahora venía del exterior, ya no de mí mismo. Freud tiene una segunda definición de la
salud física, tan impactante como la primera, y es que ya estás a salvo del
infortunio neurótico, solamente expuesto a la desdicha ordinaria. El infortunio
neurótico es el que se fabrica uno mismo, en una forma horriblemente
repetitiva; el ordinario es el que te reserva la vida de formas tan diversas
como imprevisibles. Contraes un cáncer o, peor aún, lo contrae uno de tus
hijos, pierdes tu trabajo y caes en la miseria: una desgracia ordinaria. Por lo
que a mí respecta, la vida no me ha deparado muchas de estas desdichas: ningún
gran duelo hasta ahora, ni problemas de salud o de dinero, hijos que se abren
camino, y tengo el raro privilegio de que me gusta mi oficio. En cambio, no
temo a nadie por lo que respecta al infortunio neurótico. Sin jactarme, tengo
un talento excepcional para convertir en un infierno una vida que lo posee todo
para ser dichosa, y no permitiré que nadie hable a la ligera de este infierno:
es real, terriblemente real.
Te quiero más que a la salvación de mi alma
LA SALUD PSIQUICA
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
WIKIPEDIA
Todo el saber universal a tu alcance en mi enciclopedia mundial: Pinciopedia
No hay comentarios:
Publicar un comentario