Páginas escogidas, Ferlosio, p. 138
¡Pero yo os digo que no os
entreguéis! Sino, por el contrario, a semejanza de aquel bravo e indómito
doncel de El triunfo de la muerte, juntad, tensad, alzad todas las fuerzas de
la desesperación y, contra toda posible esperanza de victoria, sacad la espada
y resistid. Que el Criador que os ha concedido el albedrío con el único fin de
daros movimiento, para poder solazarse, desde su prepotente omnipotencia, jugando
con vosotros «como juega el gato maula con el misero ratón», tenga siquiera que
pagar su triunfo cierto todo lo caro que vuestras últimas fuerzas, extremas iras
y postrer encono sepan dar de sí, demostrándole al menos, aunque haya de ser al
fin a vuestra costa, que es mucho corazón, mucho ratón, más del que él puso,
más del que él se esperaba, el que hay en este ratón, el que hay en este
valeroso y esforzado corazón de ratón.
Si no, ¿para qué espada?, ¿para
qué albedrío?, ¿para qué haber llevado espada toda vuestra vida, como los
hombres libres, como los caballeros, sino para darle brega y darle agitación, llegada la hora de desenvainar, y cuando
quiera que tal hora suene, aunque sea vuestra propia hora postrera?
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