Mahoma, el enemigo
Los occidentales nunca han
logrado comprender del todo la violenta reacción musulmana al retrato ficticio
de Mahoma que Salman Rushdie presentó en Los versos satánicos. Parecía
increíble que una novela pudiera inspirar tanto odio, una reacción que se consideró
prueba de la incurable intolerancia del islam. Resultó especialmente
perturbador para los británicos descubrir que las comunidades musulmanas de sus
propias ciudades se regían de acuerdo con valores distintos, en apariencia
ajenos, y que dichas comunidades estaban dispuestas a defenderlos hasta la
muerte. Pero este trágico asunto también trajo a la luz recordatorios incómodos
del pasado occidental. Cuando los británicos contemplaban a los musulmanes de
Bradford quemar la novela, ¿Lo relacionaban con las hogueras de libros que
ardieron en la Europa cristiana a lo largo de los siglos? En 1242, por ejemplo,
el rey Luis IX de Francia, un santo canonizado por la Iglesia católica, condenó
el Talmud judío por considerarlo un ataque maligno contra la persona de Cristo.
El libro fue prohibido y muchos ejemplares se quemaron públicamente en
presencia del rey. Luis IX no estaba interesado en discutir sus diferencias con
las comunidades judías de Francia de forma pacífica y racional. En cierta
ocasión afirmó que la única manera de debatir con un judío era matarlo “clavándole
la espada en el vientre hasta la empuñadura”. Fue Luis quien creó la primera
Inquisición a fin de llevar a los cristianos herejes ante la justicia y quien
no sólo quemó sus libros, sino también a cientos de hombres y mujeres. Odiaba
asimismo a los musulmanes y lideró dos cruzadas contra el mundo islámico. En tiempos
de Luis IX la negativa a coexistir con otras religiones no procedía del islam, sino del Occidente
cristiano.
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