Elegía, Philip Roth, p. 102
Solo tuvo que pronunciar el
nombre de Cecilia para evocar al instante las diatribas vengativas que les
soltaba a sus padres su primera esposa, la cual, quince años después, para su
horror, resultaba no haber sido tan solo la Cecilia abandonada sino su
Casandra: «¡Siento lástima por esa pequeña señorita Muffet de la canción de la
araña que ocupa mi lugar ... ¡de veras me da pena esa pequeña y repugnante
zorra cuáquera!”
-Es posible sobrellevarlo todo
-le estaba diciendo Phoebe-, aunque haya habido una violación de la confianza,
si esta es reconocida. Entonces la pareja se relaciona de una manera diferente,
pero pueden seguir juntos. En cambio, mentir ... la mentira es una forma de
control rastrera y despreciable sobre la otra persona. Es ver cómo actúa el
otro basándose en una información incompleta ... en otras palabras, humillándose.
Mentir es algo muy corriente y, sin embargo, cuando eres tú quien recibe la
mentira resulta algo increíble. Las personas a las que los embusteros
traicionáis soportan una creciente lista de denigraciones hasta que, sin poder
evitarlo, bajan puntos en vuestra estima, ¿no es cierto? Estoy segura de que
los embusteros tan hábiles, persistentes y taimados como tú llegan a un punto en
que es la persona a la que mentís y no vosotros quien tiene serias
limitaciones. Probablemente ni siquiera crees que estás mintiendo, lo
consideras un acto de amabilidad, para no herir los sentimientos de tu pobre
pareja sin sexo. Probablemente crees que mentir es una virtud, un acto de generosidad
hacia la bobalicona que te quiere. O tal vez sea solo eso: una puñetera
mentira, una puñetera mentira tras otra. En fin, ¿para qué seguir?, todos estos
episodios son bien conocidos -dijo-. El hombre pierde la pasión en el matrimonio
y no puede vivir sin ella. La mujer es pragmática. La mujer es realista. Sí, la
pasión ha desaparecido, ella es mayor y distinta a la que era, pero le basta
con tener el afecto físico, tan solo estar con él en la cama, los dos abrazados.
El afecto físico, la ternura, la camaradería, la intimidad ... Pero él no puede
aceptarlo, porque es un hombre incapaz de vivir sin la pasión. Pues bien, ahora
vas a vivir sin eso, amigo mio, ahora te hartarás de vivir sin eso. ¡Vas a
descubrir qué es vivir sin eso! Ah ... aléjate de mi, por favor. No puedo
soportar el papel a que me has reducido. ¡La patética esposa de mediana edad,
amargada por el rechazo, consumida por unos celos que la corroen! ¡Demencial!
¡Repugnante! Te detesto por eso más que por cualquier otra cosa. Márchate, sal
de esta casa. ¡No soporto verte con esa expresión de buen chico en tu cara de
sátiro! ¡Nunca tendrás mi absolución, jamás! ¡No voy a permitir que sigas
jugando conmigo! ¡Vete, por favor! ¡Déjame en paz!
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