Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

BAÑO TURCO

Eclipse, John Banville, p. 64
Hay placeres mejor definidos, aunque no menos vergonzosos. Encontré un alijo de fotos obscenas arrojado en lo alto del guardarropa de una de las habitaciones, sin duda abandonado por algún viajante de comercio que se había alojado en la casa. Es un material antiguo, fotografías pintadas a mano de cuadros del siglo pasado, del tamaño de una postal, pero con mucho detalle, en colores crema, carmesí y rosa pétalo. Casi todas son escenas orientales: un grupo de neumáticas esposas de un harén en un baño turco toqueteándose entre sí; un moro con turbante haciéndoselo por detrás a una chica arrodillada; un libertino desnudo en un sofá complacido por su esclava negra. Las guardo bajo el colchón, de donde, con una excitación llena de culpa, las saco, agarro mis almohadones y con un suspiro ahogado me hundo en el interior de mis propios y vigorosos abrazos. Posteriormente siempre hay un pequeño y triste hueco dentro de mí, que parece ser equivalente en volumen a lo que he sacado, como si la expulsión hubiera creado un espacio que mi cuerpo no sabe cómo llenar. Sin embargo, no es ningún anticlímax. Hay ocasiones, raras y preciosas, en que, tras haber alcanzado esa huida salpicada de hipos, con las fotos extendidas ante mí y los ojos como platos, experimento un instante de desolado éxtasis que nada tiene que ver con lo que sucede en mi regazo, sino que parece una síntesis de toda la ternura e intensidad que la vida puede prometer. El otro día, en uno de esos momentos de inflamado gozo, mientras jadeaba, echado, con la barbilla sobre el pecho, oí débilmente, a través de la quietud de la tarde, el sonido remoto del coro de niños procedente del convento de enfrente, y era como si los serafines cantaran.

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