Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ALTOS ESTUDIOS

Altos estudios eclesiásticos, Sánchez Ferlosio, p. 27
Y así, por todas partes se observan los efectos de semejante proceder: junto al enorme prestigio de la Ciencia -beaterio tan fideísta como incondicional- pueden reconocerse en la actitud de jóvenes y adultos hacia sus pompas y sus obras las huellas de una niñez manipulada y perpetuada, manifiestas en las más ñoñas y acientíficas tendencias infantiles -llamando así no a inclinación alguna que los niños definan por su presunta esencia, sino a la configurada por el triste papel que se les quiere a todo trance hacer representar. Pues ¿en qué otro capítulo habría de inscribirse el entusiasmo por las desmelenadas invenciones de la ciencia-ficción?, ¿qué son éstas sino una visionaria y agonística inversión del escéptico, lúcido, prudente -y no por eso exento de pasión- espíritu científico? La necia superchería de los platillos volantes -ampliamente acreditada con documentos fotográficos- es buen índice de la puerilidad interpretativa que domina en la colectividad, y pone de manifiesto hasta qué punto el persistente furor por escamotear la imagen de lo extraño acaba por hacer que, cuando se lo pretende imaginar, la fantasía ya no tenga más recurso para ello que el de un mero desplazamiento de lugar, que el de una simple trasposición antropomórfica; lo nuevo, lo posible, lo distinto, tan sólo le es concebible en otro sitio, al par que guarda el mismísimo rostro de lo dado. La falta de respeto y de sorpresa hacia lo nuevo, el afán por echarle anticipadamente la red de lo familiar y estatuido “alunizar”, la sordidez, la sesuda tristeza burocrática ante el cosmos, por parte de la técnica oficial -con ese ambiente paleto y jactancioso al mismo tiempo, como de chiste de marcianos, en que se circunscribe-, descorazonan de todos los portentos. ¿Qué ilusión nos podría quedar por ellos y por las novedades que pueden ser capaces de alcanzar, si al propio tiempo vemos que previsoramente ya se está elaborando para ellos un “derecho espacial”? Por lo demás, esta actitud tampoco es nada nuevo: también América, sin haber sido descubierta, salió de las Capitulaciones de Santa Fe ya empaquetada, inventariada, amojonada e inscrita en el catastro de doña Isabel; y, por cierto, también aquella vez el triste allanamiento tomaba su ocasión de una mezquina rivalidad entre dos estados, que eran, en aquel caso, Castilla y Portugal.

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