Vida de este chico, Tobías Wolff, p. 161
Dwight estaba totalmente a favor
de mandarme a París. La idea de que yo me marcharía pronto le ablandó y le
inclinó a los recuerdos. Dijo que sus viajes durante la guerra le habían dado
un punto de vista enteramente nuevo sobre la vida. Me dio consejos acerca de
cómo tratar a los franceses y me recomendó que fuese tolerante en lo relativo a
sus afeminadas costumbres. Me habló mucho del apetito de los franceses por las
ranas y me enteré de que ésa era la razón de que la gente de otras naciones les
llamase ranas. De una enciclopedia inglesa anterior a la Primera Guerra Mundial
que había comprado en una subasta, Dwight me leyó largos pasajes sobre la
historia francesa (tumultuosa, despótica, caracterizada por el gusto galo por
la conspiración y la traición), la cultura francesa (llena del ingenio y la
alegría galos, pero generalmente poco original, superficial, árida y atea) y
del carácter nacional francés (dotado de cierta cordialidad y encanto galos, pero
excitable, sensual y, en conjunto, poco de fiar).
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