Cartas, Cheever, p. 198
Mi padre tenía cuarenta y cuatro
años cuando se publicó La crónica. Llevaba trabajando en una u otra novela
desde los dieciocho. Cuando estaba en la facultad, memoricé las últimas frases
del libro y al leerlas aún me parece oír su voz.
Leander, un suicida, había dejado
una nota en la edición de las obras de Shakespeare de la familia.
... «Consejos a mis hijos
-decía-. No poner nunca whisky en botella de agua caliente al cruzar fronteras
de países o estados secos. La goma estropeará el sabor. No hacer nunca el amor
con los pantalones puestos. Después de whisky, cerveza, se sube a la cabeza. Al
revés, nada que temer. N o tomar nunca manzanas, melocotones, peras, etcétera,
bebiendo whisky, excepto en comidas largas estilo francés que terminan con
fruta. Otras viandas tienen efectos mitigantes. No dormir nunca a la luz de la
luna. Comprobado por los científicos que induce a la locura. Si la cabecera de
la cama está junto a la ventana, en las noches claras correr las cortinas antes
de acostarse. N o sostener nunca un puro en ángulo recto con los dedos. Muy
paleto. Sostener en diagonal. Quitar la vitola o no, corno se prefiera. No
llevar nunca corbata roja. En las fiestas tener siempre bebidas ligeras para
las señoras. El efecto de las fuertes en el sexo débil es a veces desastroso.
Bañarse en agua fría todas las mañanas. Desagradable, pero estimulante. También
reduce las callosidades. Cortarse el pelo una vez por semana. Llevar traje
oscuro después de las seis de la tarde. Tornar un plato fresco para desayunar, si
es posible. Evitar arrodillarse en los suelos de piedra de iglesias no
caldeadas. La humedad eclesiástica produce canas prematuras. El miedo tiene el
sabor de un cuchillo herrumbroso, no dejarlo entrar en casa. El valor tiene el
sabor de la sangre. Erguir la espalda. Admirar el mundo. Gozar del amor de una
mujer dulce. Confiar en el Señor.”
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