Cartas, Cheever, p. 158
La cocinera que teníamos aquel
año era una polaca llamada Anna Ostrovick, contratada exclusivamente para el
verano. Era excelente: una mujer grande, gorda, cordial, diligente, que se
tomaba su trabajo muy en serio. Le gustaba cocinar, y que la gente apreciara y
comiera los alimentos que preparaba, y siempre que la veíamos insistía en que
comiéramos. Hacía bollos calientes, croissants y brioches dos o tres veces por
semana para desayunar y los traía ella misma al comedor diciendo: «¡Coman,
coman, coman!». Cuando la doncella devolvía los platos sucios a la antecocina,
a veces oíamos decir a Anna, que estaba allí esperando: «¡Excelente! Comen”.
Daba de comer al que recogía la basura, al lechero Y al jardinero. “¡Coma!”,
les decía. Los jueves por la tarde iba al cine con la doncella, pero no
disfrutaba con las películas, porque los actores estaban demasiado delgados. Se
pasaba hora y media en la sala a oscuras aguardando ansiosamente a que
apareciese alguien con aspecto de disfrutar comiendo. Para Anna, Bette Davis no
pasaba de ser una mujer con aspecto de no comer bien. “¡Están todos tan flacos!”,
decía al salir del cine. Por las noches, después de habernos atiborrado y de
fregar las cazuelas y las sartenes, recogía las sobras y salía fuera para alimentar
a la creación. Aquel año teníamos unos cuantos pollos, y aunque para entonces
ya estaban todos descansando en sus perchas, les arrojaba los alimentos en el comedero
y exhortaba a las aves dormidas para que comieran. También alimentaba a los
pájaros cantores del jardín, y a las ardillas del patio trasero. Su presencia
en el límite del jardín y su voz apremiante -oíamos perfectamente su «Comed,
comed, comed»- estaban ya, como la salva de cañón en el club náutico y la luz
del faro Heron, ligadas a aquel momento del dia. «Comed, comed, comed>>,
le oíamos decir a Anna. “Comed, comed ...”. Y ya se había hecho de noche.
2 comentarios:
Bien podria ser el inicio/final, o en su caso una parte de un capítulo de una historia. Me gusta como escribes
Bueno, la verdad es que lo escribió Chhever
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