David Foster Wallace, DT Max, p. 329
El armazón que sostiene el núcleo
de la colección es consistente: son pequeñas escenas, conversaciones, la
mayoría de ellas entre una misma mujer y diversos hombres a los que ella está
entrevistando. Sin embargo, las preguntas de la entrevistadora no aparecen
nunca por escrito, imaginárselas es labor del lector. Los textos están identificados
tan solo mediante la indicación del lugar y la fecha, como si las entrevistas
se hubieran realizado en una prisión o en un centro de internamiento
psiquiátrico. E. B. n. º 59, IV-1998 INSTITUTO DE ATENCIÓN MÉDICA PERMANENTE
HAROLD R. Y PHYLLIS N. ENGMAN EASTCHESTER NUEVA YORK; B. l. n.º 15, INSTITUTO
DE OBSERVACIÓN Y ASESORAMIENTO MCI-BRIDGEWATER BRIDGEWATER MASSACHUSSETTS. y a
los hombres no se les da nombre.
Uno de ellos le cuenta a un amigo
una historia sobre una mujer a la que ve salir de un avión y esperar a otra
persona que no llega a aparecer; él la recoge y se aprovecha de su decepción.
Otro se dedica a convencer a las mujeres para que dejen que él las ate; afirma
tener un don casi infalible para detectar qué mujeres desean secretamente experimentar
esta forma de dominación, y se compara con “Un sexador de pollos”. En una
tercera entrevista, un hombre cuenta que utiliza su brazo atrofiado -su
«Anzuelo», lo llama- para conseguir que las mujeres se acuesten con él por
pena: «Ya veo que estás intentando ser educada y no mirarlo -reta a la entrevistadora-.
Míralo, venga. No me molesta.[ ... ] ¿Quieres oír cómo lo describo yo? Parece
un brazo que hubiera cambiado de opinión nada más empezar la partida, mientras
estaba en la tripa de mi mamá junto con el resto de mi. Parece más bien una
especie de aleta diminuta». En una cuarta, un hombre informa a la
entrevistadora de que los hombres que dedican mucho tiempo a centrarse en las
necesidades sexuales de las mujeres -«se pasan una auténtica eternidad en la
cama entrando y saliendo del chichi de ella y haciendo que se corra diecisiete
veces seguidas y todo ese rollo»- son en realidad tan narcisistas como los hombres
que solo buscan su propio orgasmo. «La trampa es que son generosos de una forma
egoísta - sermonea-. No son mejores que los cerdos, simplemente disimulan mejor.”
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