Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

AFRODITA


La mil naves, Natalie Haynes, p. 156
Afrodita, por otro lado, veía cada boda como una pequeña derrota. Tenía en gran consideración el amor, pero no el conyugal. ¿Qué clase de amor era ése? ¿Compañerismo? ¿El  paso previo a tener hijos? Hacía todo lo posible por no resoplar. ¿Qué era el compañerismo al lado de una pasión que lo consumía todo? ¿Quién no cambiaría un marido por un amante que la excitara en lugar de reconfortarla? ¿Quién no querría que su hijo se escabullera de una habitación sin ser visto si eso significaba que su amante podía colarse por otra puerta? Costaba creer que alguien eligiera el amor conyugal por encima de esa clase de deseo indestructible que Afrodita creía que le pertenecía. La gente siempre decía que apreciaba a sus cónyuges, a su prole -ella misma tenía un hijo que le gustaba-, pero Afrodita sabía la verdad. Cuando en la madrugada hombres y mujeres susurraban sus plegarias secretas, se las dirigían a ella. No pedían salud ni una larga vida, como hacían durante las horas del día. Suplicaban para que la fuerza cegadora y ensordecedora de la lujuria se apoderara de ellos y fuera correspondida. Todo lo demás -riqueza, poder, posición- sólo eran accesorios, colocados alrededor de lo que realmente querían, para obstruirlo o disfrazarlo. Y eso no tenía nada que ver con el matrimonio. Podía verse en el rostro de ese pobre tonto vuelto hacia su futura esposa, intentando por todos los medios que se encontraran sus miradas sin conseguirlo. Él sabía lo que era sentir ese deseo, y sabía que el matrimonio no haría nada para calmarlo. Se llevaría a Tetis al lecho, pero su desdén corrompería cualquier placer que podría haber alcanzado con ella. Una ninfa podía amar a un mortal -Afrodita repasó mentalmente la breve lista de ninfas que lo habían hecho: Mérope, Callirhoé, Enone ... -, pero no Tetis, quien no mostraba más que desprecio hacia ese griego.

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