Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

PERIODISTAS


Un tal Gozález, Sergio del Molino, p. 326

Abundaban también los resentidos por motivos personales, gente con sentimientos de agravio e historiales de peleas con el PSOE o con el Grupo Prisa y El País, sin que tales resentimientos nublasen su mirada, aunque la hacían más afilada y agresiva contra el poder. Martín Prieto, por ejemplo, conocido como MP, el autor de la crónica de Felipe en la casa de Julio Feo mientras esperaba el resultado de 1982, había sido subdirector de El País, un cronista afín al PSOE (Alfonso Guerra le presentó un libro en 1982) y una persona de confianza en el equipo de Cebrián, pero, cuando dejó de serlo, se convirtió en una voz destacada de la prensa conservadora. José Luis Balbín nunca perdonó su cese como director de informativos de Radiotelevisión Española en el primer gobierno socialista ni la desaparición de su programa La clave. Manuel Martín Ferrand odiaba a Polanco desde que Prisa compró en 1992 la cadena que dirigía, Antena 3 Radio, y lo desalojó de  su despacho de la tele privada. Pedro J.Ramírez culpaba directamente a Felipe González de su despido de Diario 16. Decía que el presidente había presionado a su amigo De Salas para deshacerse de él y conseguir que dejara de escribir sobre el GAL. José María García había sufrido también la desaparición de Antena 3 Radio tras su compra por Prisa y sentía un intenso rencor contra Polanco, por quitarle un micrófono con  el que hacía audiencias millonarias (que siguió haciendo en la competencia, la Cope). Pablo Sebastián, uno de los socios más activos de la AEPI, había sido periodista de El País de primera hora y presentador del telediario de Televisión Española bajo el mandato de Calviño a mediados de la década de 1980, con quien tuvo pleitos graves. Umbral, en fin, había salido de El País, según él, porque Pedro J. le hizo una oferta de muchísimo dinero, lo cual era verdad, pero se la hizo porque lo habían echado del periódico de Prisa por molestar reiteradamente en sus columnas a un personaje -que no era Felipe, ni tan siquiera político, ni tan siquiera español- que tenía poder para despedirlo.


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