Virginia Woolf llama la atención
en Una habitación propia sobre lo poco frecuente que es en la literatura el que
se presente a dos mujeres como amigas y no solo como madres o hijas, y que se
las muestre por algo distinto a su relación con los hombres.
Siguiendo la misma idea, el
llamado test de Bechdel, popularizado a partir de la tira cómica de Alison
Bechdel The rule en 1985, permite calificar a las películas -aunque podría
aplicarse igualmente a las obras literarias de ficción- como aceptables desde
el punto de vista feminista si se cumplen tres condiciones: que aparezcan al
menos dos personajes femeninos, que se comuniquen entre sí y que la
conversación se refiera a algo distinto a un hombre .
Si bien es cierto que en ningún
episodio de la Odisea hay mujeres individualizadas que se relacionen entre sí
de manera directa, más allá de los vínculos que se establecen entre ama y
esclavas, y que en toda la obra las mujeres participan en función de los
desplazamientos del protagonista masculino, Odiseo, sí que aparecen conexiones
específicamente femeninas desde la distancia.
Una de ellas, muy interesante por
su contenido y sus circunstancias, atraviesa incluso la frontera que divide a
vivos y muertos. Odiseo lleva casi doce años fuera de Ítaca: diez de guerra y
dos de viajes fallidos que no le permitieron regresar. No sabe nada de su
familia. Las primeras noticias sobre su mujer las recibe en el Hades, donde
encuentra al espíritu de su madre, Anticlea, que ha muerto durante su ausencia.
Por ella sabe que Penélope continúa esperándolo en el palacio, que aún no se ha
casado con nadie y que llora por él. Tras informarle sobre el resto de la
familia y las circunstancias de su propia muerte, Anticlea le habla con cierto
detalle de la condición de los mortales una vez que perecen, y añade: “¡Ay,
hijo mío, el de más funesto destino entre los hombres! [ ... ] esta es la condición
de los hombres cuando mueren. No sujetan ya carne ni huesos sus tendones, pues
los consumió la fuerza del incandescente fuego en cuanto su ánimo abandonó los
blancos huesos, mientras que su espíritu
anda revoloteando por aquí y por allá semejante a un sueño. Así que dirígete rápidamente
hacia la luz del día para que, ya que sabes todo esto, al volver se lo cuentes
también a tu mujer”. Es curioso que no pide que se lo cuente a su nieto Telémaco,
el heredero, o a su marido Laertes, más próximo a la muerte a causa de su
avanzada edad,· sino a su nuera, a la mujer.
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