Recuerdos, sueños, pensamientos, CG Jung
El pueblo indio es extremadamente
reservado e impenetrable por completo en lo que respecta a su religión. Del ejercicio
de su culto hace intencionadamente un misterio. Es algo tan celosamente
guardado que abandoné sin esperanzas el camino de la pregunta directa. Nunca
anteriormente había notado aún tal atmósfera de misterio, pues las religiones
de los actuales pueblos civilizados son todas accesibles; sus sacramentos hace
ya mucho tiempo que han dejado de ser misteriosos. Pero aquí el aire estaba
saturado de misterio, lo que era consciente para todos, pero inaccesible a los
blancos. Esta extraña situación me recordó a Eleusis, cuyo secreto era conocido
por una nación y, sin embargo, nunca fue revelado. Comprendí lo que sintió un Pausanias
o Herodoto cuando escribía « ... no me está permitido citar el nombre de aquel
Dios». Sin embargo, no lo sentí como un secreto insidioso, sino como un secreto
vital, cuya revelación comportaba peligro tanto para el individuo como para la
colectividad. El guardar el secreto da al “pueblo” orgullo y fuerza de
resistencia frente al predominío del blanco. Le da unidad y firmeza y se siente
como certeza que los “pueblos” existirán como colectividad independiente mientras
sus misterios no sean desvelados.
Me resultó asombroso ver cómo
varía la expresión del indio cuando habla de sus concepciones religiosas. En la
vida corriente demuestra el indio un notable autodominio y dignidad, hasta una
indiferencia casi apática. Si, por el contrario, habla de cuestiones que tienen
relación con sus misterios, experimenta una súbita emoción que no puede ocultar,
hecho que contribuía mucho a mi curiosidad. Tal como ya dije, tuve que
abandonar por inútil el interrogatorio directo. Pero si quería saber algo
esencial hacía observaciones de tanteo y me fijaba en el rostro de mi
interlocutor en los para mí bien conocidos gestos emotivos. Si yo había
acertado en lo esencial, el indio callaba o daba una respuesta evasiva, pero
con todos los signos de una profunda emoción, con frecuencia se le saltaban las
lágrimas de los ojos. Sus concepciones no son para él teoría alguna (que
debería ser de naturaleza muy especial para poder provocar lágrimas), sino
hechos de significado tan grande y conmovedor como las realidades externas que
les corresponden.
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