Al comienzo de su libro Mujeres y
poder, Mary Beard hace referencia a una escena de la Odisea como punto de
partida para desarrollar la idea de cómo las voces de las mujeres no se han
dejado oír en la esfera pública. En ella, Penélope baja de las habitaciones de
las mujeres al gran salón de la casa, en el que se encuentran su hijo Telémaco
y los pretendientes bebiendo vino y escuchando al aedo que canta el regreso de
los héroes de Troya. Ella se dirige al cantor pidiéndole que cambie de tema porque
aquel le despierta la añoranza de Odiseo, que aún no ha retornado después de
tantos años. A Telémaco no le gusta nada la intervención de su madre, se acerca
a ella y le reprocha que se meta en esos asuntos, porque a los hombres les
gustan los cantos novedosos y aquello es. Y termina diciéndole: “Regresa ahora
a tus habitaciones y ocúpate de tus labores, el telar y la rueca, y ordena a
las sirvientas aplicarse a la faena. De la palabra se deben ocupar los hombres,
y sobre todo yo, de quien es el poder en esta casa”
Para interpretar bien la escena
es necesario conocer lo que ha ocurrido inmediatamente antes. Estamos en el
canto I de la Odisea. Atenea ha convencido a los dioses reunidos en asamblea de
que deben facilitar el regreso de Odiseo a su casa. Ella misma, adoptando el
aspecto de un antiguo huésped de Odiseo, acude a Ítaca para animar al inexperto
Telémaco a asumir responsabilidades y a hacer un viaje que, con el pretexto de
recabar noticias de su padre, le enseñe un poco de mundo. Entre otras cosas le
dice: “Convoca mañana a los aqueos a una asamblea y dile a todos tu palabra, y
que los dioses sean testigos”. Él jamás había convocado una asamblea ni hablado
en público hasta ese momento pero, en cuanto Atenea se despide, en esa misma
escena, es cuando se dirige a su madre y le dice que la palabra es cosa de hombres.
La expresión utilizada por
Telémaco para quitar la palabra a su madre es una fórmula procedente de la
tradición oral que, con distintos referentes, aparece una vez en la Ilíada y en
tres ocasiones en la Odisea. En todos los casos, la pronuncia un hombre que
reivindica su competencia exclusiva en una materia, una exclusividad que, de
una forma u otra, ha sido previamente cuestionada por una mujer.
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