Extinción, DF Wallace, p. 122
Porque es cierto que las
ocurrencias más nítidas y perdurables de nuestras vidas son a menudo aquellas
que tienen lugar en la periferia de nuestra conciencia. El significado de esto
en relación con la historia de cómo aquellos de nosotros que no huimos de la
clase de Educación Cívica presas del pánico llegamos a ser conocidos como “Los
Cuatro Rehenes Inconscientes» es bastante obvio. En los test puede observarse
que muchos escolares etiquetados como hiperactivos o aquejados de déficit de atención
no es que sean incapaces de prestar atención sino que tienen dificultades para
ejercer el control o tomar decisiones sobre a qué le prestan atención. Y sin
embargo, lo mismo sucede en la vida: a medida que nos hacemos mayores, mucha gente
percibe un cambio en los objetos de sus recuerdos. A menudo podemos recordar
los detalles y las asociaciones subjetivas con mayor claridad que los
acontecimientos en sí. Esto explica el sentimiento frecuente de “tener algo en
la punta de la lengua” cuando uno intenta transmitir lo que es importante de
algún recuerdo u ocurrencia. De forma similar, eso mismo es a menudo lo que
complica tanto la comunicación trascendente con los demás cuando uno es mayor.
A menudo los elementos sentidos y recordados con mayor nitidez a los demás les
parecerán en el mejor de los casos tangenciales: el olor de los shorts de cuero
de Velan cuando corría por el pasillo, o el dobladillo meticuloso en la parte
superior de la bolsa para el almuerzo marrón de mi padre, por ejemplo, o
incluso el retablo periférico de la pequeña Ruth Simmons mirando a ciegas hacia
arriba mientras un círculo de niños y niñas de su edad la castigaba por la
estatuilla platónica, y -al lado del mismo en la ventana pero en otra parte de
la narración- en los bosques junto a la entrada pata coches de la finca del
fabricante rico, la escena del señor Simmons, su padre, que aparecía y
desaparecía dando tumbos de la escena mientras se agarrraba el muñón de su mano
cortada, gimiendo y pidiendo ayuda mientras corría con su traje de color chillón
para la nieve, y chocando todo el tiempo ciegamente contra los árboles del
bosque
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