Extinción, DF Wallace. p.202
Y creo que nunca le mencioné al
doctor Gustafson, acerca de la fraudulencia, probablemente porque se acercaba
un poco demasiado a mí realidad personal. Hacia el final ella me comparó con
algún instrumento médico o de diagnóstico extraordinariamente caro que puede averiguar
más cosas de ti en un solo escaneado rápido de lo que tú podrías saber nunca
sobre ti mismo: y, sin embargo, al instrumento no le importas tú, tú no eres
más que una secuencia de procesos y códigos. Lo que la máquina entiende sobre
ti no “significa” realmente nada para ella. Aunque sea realmente buena en lo
que hace. Beverly tenía mal genio combinado con una potencia de fuego
considerable, era alguien que no te convenía que se cabreara contigo. Ella me
dijo que nunca había sentido en nadie como en mí una mirada tan penetrante, con
tanto criterio y sin embargo tan completamente vacía de preocupación por uno, como
si ella fuera un rompecabezas o un problema que yo estuviera intentando
resolver. Me dijo que gracias a mí había descubierto la diferencia entre ser
penetrada y conocida de verdad por oposición a ser penetrada y simplemente
violada: no hace falta decir que su agradecimiento era sarcástico. Una parte de
todo aquello no era más que su carácter emocional: le resultaba imposible terminar
realmente una relación a menos que se quemaran todos los puentes y se dijeran
cosas tan devastadoras que no quedara ninguna posibilidad de reacercamiento que
la atormentara o le impidiera seguir con su vida. Con todo, aquello me llegó hondo,
nunca olvidé lo que me dijo en aquella carta.
Aunque ser fraudulento y ser
incapaz de amar fueran en última instancia lo mismo (una posibilidad que el
doctor Gustafson nunca pareció tener en cuenta, no importa cuántas veces yo
intenté hacérsela ver), ser incapaz de amar realmente era por lo menos un
modelo o lente diferente a través de la cual ver el problema, además de que al
principio parecía una forma prometedora de atacar la paradoja de la
fraudulencia en términos de reducir la parte de odio a uno mismo que reforzaba
el miedo y la tendencia consiguiente a intentar manipular a la gente para que
proporcionara esa misma aprobación que yo me negaba a mí mismo. (El término que
usaba el doctor Gustafson para referirse a la aprobación era validación) Aquel
periodo fue en gran medida el cenit de mi carrera en el psicoanálisis,
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