Viven en una urbanización a las
afueras de Worcester, entre las vías del ferrocarril y la carretera nacional.
Las calles de la urbanización tienen nombres de árboles, aunque todavía no hay
árboles. Su dirección es: Poplar Avenue, avenida de los álamos, número doce.
Todas las casas de la urbanización son nuevas e idénticas. Están alineadas en
extensas parcelas de arcilla rojiza donde nada crece y separadas con alambre de
espino. En cada patio trasero hay una pequeña construcción con un cuarto y un
lavabo. Aunque no tienen criados, los llaman «el cuarto de los criados» y «el
lavabo de los críados”. Utilizan la habitación de los criados para almacenar trastos:
periódicos, botellas vacías, una silla rota, una estera vieja.
Al fondo del patio instalan un
gallinero para tres gallinas, con la esperanza de que pongan huevos. Pero las
gallinas no medran. El agua de la lluvia, que la arcilla no filtra, se encharca
en el patio. El gallinero se transforma en una ciénaga hedionda. A las gallinas
les salen bultos en las patas, como piel de elefante. Enfermas y contrariadas,
dejan de poner huevos. La madre lo consulta con su hermana de Stellenbosch, que
le asegura que solo volverán a poner si se les extirpa la membrana callosa que
tienen bajo la lengua. Así que la madre va colocándose las gallinas una tras
otra entre las rodillas, les aprieta el pescuezo hasta que abren el pico, y con
la punta de un cuchillo corta en sus lenguas. Las gallinas chillan y se
debaten, con los ojos desorbitados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario