Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ENVEJECER

EXtinción, DF Wallace, p. 265-266
Antaño voluptuosa hasta un extremo casi rubensiano, el tipo de envejecimiento o ajamiento de Hope se ha establecido siguiendo un proceso de “encogimiento” o desecación: la piel se le endureció y adquirió un aspecto correoso en algunos puntos, el oscurecimiento de su piel se volvió permanente y sus dientes, tendones del cuello y articulaciones de las extremidades se volvieron protuberantes de una forma en que nunca antes lo habían sido. En resumen, su semblante general había adquirido un aspecto lupino o depredador, y el que antaño había sido el célebre •centelleo• de sus ojos se había convertido en simple avidez. (Nada de todo esto es, por supuesto, de ninguna forma sorprendente o antinatural: el aire y el tiempo se habían limitado a hacerle a mi mujer lo que también le •hacían• al pan y la ropa tendida a secar. Ciertamente, todos tenemos que hacernos a la idea de nuestra problemática actuarial, por así decirlo, de la cual el «nido vacío» es un mojón realmente nítido en el camino.) La realidad natural pero a pesar de todo terrible -aunque nunca se habla de ello en ninguna unión viable, con el paso del tiempo- es que, en aquel punto de nuestro matrimonio, Hope ya carecía de sexo de jacto o en un sentido práctico, como se suele decir ya era vino pasado o avinagrado, y de alguna forma esto se veía agravado o acentuado, por culpa de su escrupulosa devoción al cuidado de sí misma y a los desiderata juveniles, al igual que tantas de las integrantes desecadas o bien hinchadas de su círculo de amistades y de las esposas y divorciadas de los clubes de Lectura y de Horticultura que habitualmente se congregaban alrededor de la piscina del Club Raritan durante la temporada de verano estaban obsesionadas por lo mismo: las clases de Ejercicio y los regímenes calóricos, los emolientes y los tonificantes, el yoga, los suplementos alimentarios, el bronceado o (aunque casi nunca se mencionaban) los «pasos por el quirófano» o procedimientos quirúrgicos: todo ese voluntarioso aferrarse a la misma vivacidad núbil o de virgo intacta del cual sus hijas sin saberlo constituían una burla mientras iban floreciendo en los últimos años. (De hecho, pese a su brío y a su esprit fort naturales, a menudo resultaba demasiado fácil  notar el dolor en los ojos de Hope y en su boca fruncida o •agarrotada• cuando contemplaba o se encontraba dentro del ámbito del reciente, cada vez más maduro y atractivo círculo de edad de nuestra Audrey, una tristeza ajada que luego se transfería o proyectaba con facilidad pasmosa en forma de ira contra mí simplemente por tener ojos en la cara con los que ver las cosas y resultar naturalmente afectado por ellas.) A uno le resulta, de hecho, dificil considerar una coincidencia el que todas aquellas chicas e hijas florecientes fueran, casi sin excepción, mandadas a universidades de otros estados, ya que con cada año que pasaba la mera imagen física de aquellas chicas se convertía en una reprimenda viviente a sus madres.

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