EXtinción, DF Wallace, p. 265-266
Antaño voluptuosa hasta un
extremo casi rubensiano, el tipo de envejecimiento o ajamiento de Hope se ha
establecido siguiendo un proceso de “encogimiento” o desecación: la piel se le
endureció y adquirió un aspecto correoso en algunos puntos, el oscurecimiento
de su piel se volvió permanente y sus dientes, tendones del cuello y
articulaciones de las extremidades se volvieron protuberantes de una forma en
que nunca antes lo habían sido. En resumen, su semblante general había
adquirido un aspecto lupino o depredador, y el que antaño había sido el célebre
•centelleo• de sus ojos se había convertido en simple avidez. (Nada de todo
esto es, por supuesto, de ninguna forma sorprendente o antinatural: el aire y
el tiempo se habían limitado a hacerle a mi mujer lo que también le •hacían• al
pan y la ropa tendida a secar. Ciertamente, todos tenemos que hacernos a la
idea de nuestra problemática actuarial, por así decirlo, de la cual el «nido
vacío» es un mojón realmente nítido en el camino.) La realidad natural pero a
pesar de todo terrible -aunque nunca se habla de ello en ninguna unión viable,
con el paso del tiempo- es que, en aquel punto de nuestro matrimonio, Hope ya
carecía de sexo de jacto o en un sentido práctico, como se suele decir ya era
vino pasado o avinagrado, y de alguna forma esto se veía agravado o acentuado,
por culpa de su escrupulosa devoción al cuidado de sí misma y a los desiderata juveniles,
al igual que tantas de las integrantes desecadas o bien hinchadas de su círculo
de amistades y de las esposas y divorciadas de los clubes de Lectura y de
Horticultura que habitualmente se congregaban alrededor de la piscina del Club
Raritan durante la temporada de verano estaban obsesionadas por lo mismo: las
clases de Ejercicio y los regímenes calóricos, los emolientes y los tonificantes,
el yoga, los suplementos alimentarios, el bronceado o (aunque casi nunca se
mencionaban) los «pasos por el quirófano» o procedimientos quirúrgicos: todo
ese voluntarioso aferrarse a la misma vivacidad núbil o de virgo intacta del
cual sus hijas sin saberlo constituían una burla mientras iban floreciendo en
los últimos años. (De hecho, pese a su brío y a su esprit fort naturales, a
menudo resultaba demasiado fácil notar
el dolor en los ojos de Hope y en su boca fruncida o •agarrotada• cuando contemplaba
o se encontraba dentro del ámbito del reciente, cada vez más maduro y atractivo
círculo de edad de nuestra Audrey, una tristeza ajada que luego se transfería o
proyectaba con facilidad pasmosa en forma de ira contra mí simplemente por
tener ojos en la cara con los que ver las cosas y resultar naturalmente
afectado por ellas.) A uno le resulta, de hecho, dificil considerar una
coincidencia el que todas aquellas chicas e hijas florecientes fueran, casi sin
excepción, mandadas a universidades de otros estados, ya que con cada año que
pasaba la mera imagen física de aquellas chicas se convertía en una reprimenda
viviente a sus madres.
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