Los detectives Salvajes, Roberto Bolaño, p. 216-217
Amadeo Salvatierra, calle
República de Venezuela, cerca del Palacio de la Inquisición, México DF, enero
de 1976. Cuando encontré mi ejemplar de Caborca lo acuné entre los brazos, lo miré
y cerré los ojos, señores, porque uno no es de piedra: y luego abrí los ojos y
seguí rebuscando entre mis papeles y di con la hoja de Manuel, el Actual n.1,
la que pegó en las bardas de Puebla en 1921, aquel en donde habla de cela
vanguardia actualita de México, qué mal suena pero qué bonito es, ¿verdad?, Y
en donde también dice «mi locura no está en los presupuestos», ay, las vueltas
que llega a dar la vidorria, «mi locura no está en los presupuestos». Pero
también tiene cosas bonitas como cuando dice: “Exito a todos los poetas,
pintores y escultores jóvenes de México, a los que aún no han sido maleados por
el oro prebendario de los sinecurismos gobiernistas, a los que aún no se han
corrompido con los mezquinos elogios de la crítica oficial y con los aplausos
de un público soez y concupiscente, a todos los que no han ido a lamer los
platos en los festines culinarios de Enrique González Martínez, para hacer arte
con el estilicidio de sus menstruaciones intelectuales, a todos los grandes
sinceros, a los que no se han descompuesto en las eflorescencias lamentables y
mefíticas de nuestro medio nacionalista con hedores de pulquería Y rescoldos de
fritanga, a todos ésos, los exito en nombre de la vanguardia actualista de México, para que
vengan a batirse a nuestro lado en las lucíferas filas de la decouvert ... »
Pico de oro era. Manuel. ¡Pico de orol Ahora, que algunas palabras yo no las
entiendo. Por ejemplo: exito, debe querer decir convoco, llamo, exhorto, hasta
conmino, a ver, busquemos en el diccionario. No. Sólo aparece éxito. En fin,
puede que elitista, puede que no. Incluso, uno nunca sabe, puede que fuera una
errata y que donde dice exito deba decir exijo, lo cual sería muy propio de Manuel,
digo, del Manuel que yo entonces conocí. O puede que sea un latinajo o un
neologismo, vaya uno a saber. O un término caído en desuso. Y eso fue lo que
les dije a los muchachos. Les dije: muchachos, así era la prosa de Manuel
Maples Arce incendiaria y atrabancada, llena de palabras que nos ponían cachondos,
una prosa que puede que ahora no les diga nada pero que en su época cautivó a
generales de la Revolución, a hombres bragados que habían visto morir y que
habían matado y que cuando leyeron o escucharon las palabras de Manuel se
quedaron como estatuas de sal o estatuas de piedra, como diciendo qué chingados
es esto, una prosa que prometía una poesía que iba a ser como el mar, como el
mar en el cielo de México.
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