Hablemos de langostas, DF Wallace, p. 11
La Academia Americana de Medicina
de Urgencias lo confirma: entre una y dos docenas de hombres adultos americanos
ingresan todos los años en urgencias después de haberse castrado a sí mismos.
Normalmente con utensilios de cocina, y a veces con cortaalambres. A modo de
respuesta a la pregunta obvia, los pacientes que sobreviven a menudo explican
que sus deseos sexuales se habían convertido para ellos en una fuente de
conflicto y ansiedad intolerables. El deseo de un alivio perfecto, unido a la
imposibilidad en el mundo real de obtener ese alivio perfecto y de obtenerlo en
el momento deseado, les habían producido una tensión que ya no podían soportar.
Es a los hombres de más de
treinta años con problemas de testosterona cuyos casos se han documentado en
los dos últimos años a los que estos enviados especiales desean dedicar el
presente artículo. Y a aquellas almas atormentadas que se estén planteando la
autocastración en 1998 deseamos decirles: «¡Alto! ¡Quita esa mano! ¡Deja en paz
esos utensilios de cocina y/o cortaalambres!”. Porque creemos haber encontrado
una alternativa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario