Extinción, DFWallace, p. 192
Pero la verdad es que enseguida
dejé de ser alguien que estaba allí porque quería despertar y dejar de ser un fraude
para convertirme en alguien que estaba ansioso por impresionar a la
congregación y transmitirles la imagen de ser tan activo y devoto que me
prestaba voluntario para hacer la colecta, y ni una sola vez me perdí un grupo
de estudio, y estaba en dos comités distintos para coordinar la captación de
fondos para el nuevo altar-acuario y decidir exactamente qué clase de
equipamientos y peces se iban a usar en el travesaño. Además de que a menudo yo
era el que estaba en primera fila y cuya voz en las respuestas era la más alta
y el que agitaba las dos manos en el aire con mayor entusiasmo para demostrar
que el Espíritu había entrado en mí, y
el que hablaba en idiomas extraños, inconsistentes sobre todo en des y ges-,
salvo que por supuesto no era cierto, porque de hecho yo solo estaba fingiendo
que hablaba en idiomas extraños porque todos los parroquianos que me rodeaban estaban
hablando en idiomas extraños y tenían el Espíritu dentro, así que presa de una
especie de emoción febril yo era capaz de engañarme incluso a mí mismo para
pensar que realmente tenía al Espíritu moviéndose en mi interior y que estaba hablando
en idiomas extraños cuando en realidad yo solo estaba gritando Dugga muggle
ergle derglell una y otra vez. (En otras palabras, estaba tan ansioso por verme
a mí mismo como alguien verdaderamente renacido que llegaba a convencerme a mí
mismo de que aquel galimatías de los idiomas extraños era un idioma de verdad y
que de alguna forma era menos falso que el inglés normal y corriente a la hora
de expresar la sensación del Espíritu Santo avanzando como un camión gigante en
mi interior.) Aquello duró unos cuatro meses. Por no mencionar el hecho de
caerme de espaldas cada vez que el pastor Steve recorría la fila golpeando a la
gente y me daba un golpe en la frente con la base de la mano, pero yo me caía
hacia atrás a propósito, no es que me golpeara genuinamente el Espíritu como al
resto de gente que había a ambos lados de mí (uno de ellos llegó a desmayarse y tuvieron que hacerle
volver en sí con sales). Solo fue mientras estaba saliendo al aparcamiento una noche
después de la Oración Vespertina del Miércoles cuando de repente experimenté un
destello de conciencia o de claridad o de lo que sea, en el que de pronto dejé
de estafarme a mí mismo y me di cuenta
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