De Un hombre enamorado de KO Knausgard, p.110-111
La muerte hace que la vida
carezca de sentido, porque con la muerte cesa todo aquello por lo que hemos luchado, y a la vez
da sentido a la vida, porque su presencia hace imperdible lo poco que tenemos
de vida, cada_ valioso momento. Pero en mi época la muerte se habla eliminado, ya
no existía, excepto como apariencia permanente en todos los periódicos,
noticias televisivas y películas. en las
que no marcaba el final de un curso, o una discontinuidad, sino lo
contrario porque la repetición diaria constituía una prolongación del proceso, una continuidad, y de esa manera y
por muy extraño que parezca, se había convertido
en nuestra seguridad , y en nuestra sujeción.
' Un accidente de avión era un ritual, sucedía a intervalos regulares, contenía
lo mismo, y nosotros nunca formábamos parte de él. Seguridad, pero también emoción
e intensidad, que terribles debían de
haber sido los últimos momentos de vida de esa gente ... Casi todo lo que
veíamos y hacíamos contenía esa intensidad que se disparaba dentro de nosotros,
pero que no tenía que ver con nosotros. ¿Que era aquello? ¿Vivíamos las vidas de
otros? Sí, todo eso que no teníamos y que no habíamos experimentado lo teníamos
y lo experimentábamos de todos modos, porque lo veíamos y tomábamos parte en ello, sin estar allí. No sólo de vez en
cuando, sino todos los días ... Y no sólo yo Y todos mis conocidos, sino
culturas enteras, casi todas las existentes, toda esa maldita humanidad. Todo
lo había investigado y convertido en suyo, como hace el mar con la lluvia y la
nieve, no había ya ninguna cosa ni lugar que no hubiésemos incorporado a lo
nuestro, y por tanto cargado de humanidad: nuestra razón había estado también
allí. Para lo divino, lo humano siempre era pequeño e insignificante, y tiene que
haber sido por el enorme valor de esta perspectlva, tal vez solo comparable con la certeza de que el
conocimiento siempre era una caída, por lo que surgiera la idea de lo divino,
que ahora había cesado. ¿Pues quién medita ya sobre la falta de sentido de la
vida? Los adolescentes. Eran los únicos que se preocupaban por las cuestiones existenciales,
que, precisamente por eso, habían adquirido un carácter pueril e inmaduro y que
en consecuencia se volverían doblemente imposibles de tratar para un adulto con
el sentido de la decencia intacto. Pero no es extraño, porque el sentimiento de la vida nunca es tan intenso y
tan encendido como en la adolescencia, cuando de algún modo se entra por
primera vez en el mundo, y todos los sentimientos son nuevos. Y allí están, con
las pequeñs órbitas de sus grandes pensamientos, mirando para acá y para allá
en busca de una rendija por donde enviarlos, pues la tensión va en aumento. ¿Y
a quién encuentran, antes o después, si
no es al tío Dostoievski? Dostoievski se ha convertido en un escritor de
adolescentes, y la cuestión del nihilismo en una cuestión de adolescentes
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