De Nueva York de Edward Rutherfurd, p. 566
- Tammany Hall es la clave de
todo en esta ciudad, y fue Boss Tweed quien lo comprendió muy bien. Sin la
política se puede ganar dinero a pequeña escala, pero para ganarlo a lo grande
hay que comprar a los que dictan la ley. No se puede conseguir de otra forma.
-Los contratos municipales
--evocó O'Donnell con afecto.
-Los contratos municipales, sí
-corroboró Love-. Con los contratos municipales se ganan fortunas, qué duda
cabe, pero eso es sólo el principio para un hombre con visión de futuro. Y Boss
Tweed tenía esa amplitud de visión.¿ Que uno quiere que su ferrocarril pase por
cierto sitio y la ciudad y el estado tienen que concederle el permiso? Entonces
tiene que pagar a los responsables oficiales, poner a unos cuantos en nómina. l
Que alguien pone una denuncia contra la propia empresa? Entonces hay que
comprar a un juez. Tammany se ocupaba de todo eso. Boss Tweed era el hombre
idóneo. -Cerró los ojos un instante, paladeando los recuerdos-. Los de la
policía eran todos buenos compinches de Tammany. Él sobornaba a los jueces, a los
legisladores y hasta al gobernador del estado de Nueva York. En Wall Street
sacábamos buena tajada. Se podían aguar las acciones, engañar en las ventas de
valores, todo era posible. Si un juez fallaba contra uno, él conseguía otro que
diera un veredicto contrario que acarrearía una demora del proceso de años.
ȃsos fueron tiempos ideales para
los hombres con visión. Jay Gould, que en mi opinión fue el mejor especulador
de todos, casi llegó a convencer al presidente de Estados Unidos, el propio
Ulysses Grant, de que contuviera las reservas de lingotes a fin de que Gould pudiera
monopolizar el mercado del oro. Y es que Ulysses Grant, por más prócer que
fuera, no comprendía tan elevadas cuestiones. Sí señor, utilizó hasta al mismo
presidente. Y si algún entrometido villano no le hubiera dicho a Grant lo que
tramaba el señor Gould, éste se habría salido con la suya. Habría sido una
delicia. -Exhaló un suspiro-. Pero la Bolsa de Valores, el maldito Colegio de
Abogados y el señor Margan y otros de su calaña están acabando con todo
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