Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA CORRUPCION EN NUEVA YORK HACIA 1866

De Nueva York de Edward Rutherfurd, p. 566
- Tammany Hall es la clave de todo en esta ciudad, y fue Boss Tweed quien lo comprendió muy bien. Sin la política se puede ganar dinero a pequeña escala, pero para ganarlo a lo grande hay que comprar a los que dictan la ley. No se puede conseguir de otra forma.
-Los contratos municipales --evocó O'Donnell con afecto.
-Los contratos municipales, sí -corroboró Love-. Con los contratos municipales se ganan fortunas, qué duda cabe, pero eso es sólo el principio para un hombre con visión de futuro. Y Boss Tweed tenía esa amplitud de visión.¿ Que uno quiere que su ferrocarril pase por cierto sitio y la ciudad y el estado tienen que concederle el permiso? Entonces tiene que pagar a los responsables oficiales, poner a unos cuantos en nómina. l Que alguien pone una denuncia contra la propia empresa? Entonces hay que comprar a un juez. Tammany se ocupaba de todo eso. Boss Tweed era el hombre idóneo. -Cerró los ojos un instante, paladeando los recuerdos-. Los de la policía eran todos buenos compinches de Tammany. Él sobornaba a los jueces, a los legisladores y hasta al gobernador del estado de Nueva York. En Wall Street sacábamos buena tajada. Se podían aguar las acciones, engañar en las ventas de valores, todo era posible. Si un juez fallaba contra uno, él conseguía otro que diera un veredicto contrario que acarrearía una demora del proceso de años.

»Ésos fueron tiempos ideales para los hombres con visión. Jay Gould, que en mi opinión fue el mejor especulador de todos, casi llegó a convencer al presidente de Estados Unidos, el propio Ulysses Grant, de que contuviera las reservas de lingotes a fin de que Gould pudiera monopolizar el mercado del oro. Y es que Ulysses Grant, por más prócer que fuera, no comprendía tan elevadas cuestiones. Sí señor, utilizó hasta al mismo presidente. Y si algún entrometido villano no le hubiera dicho a Grant lo que tramaba el señor Gould, éste se habría salido con la suya. Habría sido una delicia. -Exhaló un suspiro-. Pero la Bolsa de Valores, el maldito Colegio de Abogados y el señor Margan y otros de su calaña están acabando con todo 

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