De Zuckerman desencadenado de Philip Roth, p.204
Tras guardarse las tarjetas de
André en la cartera, Zuckerman sacó la que habla preparado la noche antes, para
el propio André, y se la tendió: una ficha de las grandes, en la que habla
escrito a máquina una cita de las cartas de Henry James. Todo esto se halla muy
lejos de ser la vida tal como yo la siento, tal como yo la veo, tal como yo la
conozco, tal como yo deseo conocerla. Pero su agente no se dio por aleccionado,
ni le vio la gracia a la cosa.
-El mundo es tuyo, Nathan, no te
escondas de él poniendo a Henry James por delante. Vete a ver al señor White,
dile que vas de mi parte, y que te vista como al gobernador Rockefeller. Ya es
hora de que abandones esa pinta de muchachito de Harvard y acates tu papel en
la Historia.
Bueno, pues en el establecimiento
del señor White, aquella mañana, haciendo tiempo mientras Caesara amanecia,
encargó seis trajes completos. Si uno ya representa una complicación, lo suyo es comprarse seis. Pero
¿por qué una complicación? Tenia la pasta. Ahora sólo le faltaba la vocación.
-¿De qué lado carga usted?-le
preguntó el señor White. Le llevó un momento figurarse qué quería decir
aquello, para al final darse cuenta de que no lo sabía. A juzgar por Carnovsky.
Zuckerman, en sus treinta y seis años de vida, había pasado en meditaciones
sobre el hado de sus genitales bastante más tiempo que la mayoria de la gente,
pero ni idea de hacia qué lado calan mientras él se ocupaba de los asuntos
cotidianos no carnales.
-Ni a uno ni a otro -dijo.
-Gracias, caballero -dijo el señor
White, y tomó nota.
La nueva bragueta seria de
botones. Fue un gran dia en su vida de niño, según él lo recordaba, cuando
alcanzó la edad en que ya se es digno de confianza y ya se puede llevar una
bragueta de cremallera, sin temor a pillarse con ella, y diciendo adiós para
siempre a los botones. Pero cuando el señor White, inglés de impecable
educación y excelentes modales, se preguntó en voz alta si el señor Zuckerman
no prefería, quizá, pasarse a los botones, Zuckerman captó el tono y,
despejando la expresión del rostro, replicó:
--Oh, sí, sí, desde luego.
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