De La muerte del padre de Karl Ove Knausgard, p.252-253
Y así ocurría con todo lo demás.
Si veía un insecto que no había visto nunca, sabía que alguien habría tenido
que verlo antes y lo habría catalogado. Si veía un objeto luminoso en el cielo,
sabía que era un raro fenómeno
meteorológico o un tipo de avión, tal vez un globo meteorológico, y que si era importante, al día
siguiente los periódicos escribirían sobre ello. Si había olvidado un suceso de
mi infancia, estaba seguro de que se trataba de una represión, si me ponía
realmente furioso por algo, seguro que se debía a una proyección, y si siempre
intentaba agradar a las personas c:on las que me topaba, era debido a mi padre
y a mi relación con él. No hay nadie que no entienda su propio mundo. Alguien
que entiende poco, un niño pequeño, por ejemplo, simplemente se mueve en un
mundo menos amplio que el que entiende mucho. Pero lo de entender mucho siempre
ha estado relacionado con el entendimiento de los límites de la comprensión, el
reconocimiento de que el mundo fuera de esos limites, de todo lo que uno no
entiende, no sólo existe, sino que además siempre es más grande que el mundo de
dentro. A veces pensaba que lo que había sucedido, al menos para mí, era que el
mundo infantil, en el que todo era conocido, y donde para lo no conocido uno se
apoyaba en otros, en los que sabían, en realidad jamás había dejado de existir,
simplemente se había ido extendiendo en el transcurso de todos esos años. Cuando
a los diecinueve me encontré con el
alegato de que el mundo está construido lingüísticamente, lo rechacé con lo que
yo llamaba el sentido común, porque era absurdo, ¿esa pluma que yo sostenía era
lenguaje? ¿La ventana en la que se reflejaba el sol? ¿El patio de abajo por el
que cruzaban los estudiantes vestidos de otoño? ¿Las orejas del profesor? ¿Sus
manos? ¿El suave olor a tierra y hojas secas de la ropa de la mujer que acababa
de entrar por la puerta y se había sentado a mi lado? ¿El ruido de la
perforadora de los obreros de la carretera que habían levantado una tienda de campaña un poco más allá de la iglesia
de Johannes? ¿El zumbido del generador? ¿Y el estruendo de la ciudad debajo de
mí se suponía que era un estruendo lingüístico? Tosía, ¿se trataba de una tos
lingüística? No, no, era una idea ridícula. El mundo era el mundo, lo que
tocaba y con lo que me topaba, respiraba, escupía, comía, bebía, sangraba y
vomitaba. Hasta muchos años después no empecé a mirarlo con otros ojos. En un
libro que leí sobre arte y anatomía se citaba a Nietzsche, que decía que también
la física es sólo una interpretación y una adaptación del mundo, no una
explicación del mismo», y también ponía "hemos dado al mundo una medida
mediante categorías, que rigen para un mundo completamente fingido~.
¿Un mundo fingido?
Sí, el mundo como
superestructura, el mundo como espíritu, ingrávido y abstracto, de la misma
materia de la que se tejen los pensamientos, y en consecuencia algo por lo que
se pueden mover y que pueden atravesar sin impedimentos. Un mundo que tras
trescientos años de ciencias naturales queda sin misterios. Todo está
explicado, todo está conceptuado, todo está dentro del horizonte humano del
entendimiento, desde Jo más grande, el universo, cuya luz más antigua que se
puede observar, el límite extremo del universo, viene de su nacimiento hace quince
mil millones de años, hasta lo más pequeño, los protones, neutrones y mesones
del núcleo atómico
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