pero luego se acordó de lo que Baby había dicho:
''Tendríamos que estudiarlo bien", y todo lo que esa frase llevaba
implícito: «Eres propiedad nuestra y antes o después tendrás que Aceptarlo. Es absurdo que sigas pretendiendo
que eres independiente”.
Hacía ya muchos años que Dick no le guardaba rencor a ningún
ser humano: desde que, siendo estudiante de primer año en New Haven, había
caído en sus manos un libro muy popular sobre higiene mental. Pero en aquel
momento estaba tratando de contener la indignación que Baby le provocaba; su
insensibilidad insolente de mujer rica creaba en él resentimiento. Tendrían que
pasar cientos de años para que nuevas generaciones de amazonas llegaran a
comprender que un hombre es vulnerable únicamente en lo que atañe a su orgullo,
pero que una vez herido en su orgullo se vuelve tan frágil como Humpty-Dumpty,
si bien algunas mujeres reconocían cautelosamente ese hecho de dientes afuera.
La profesión del doctor Diver, que consistía en clasificar las cáscaras rotas
de otra clase de huevo, le había infundido horror hacia cualquier tipo de
rompimiento. Sin embargo:
-Se abusa demasiado de los buenos modales –dijo Dick cuando
regresaban a Gstaad en el suave trineo.
-A mí me parece que están muy bien -dijo Baby.
-No, no lo están -insistió Dick al bulto de pieles anónimo-.
Los buenos modales equivalen a reconocer que todo el mundo es tan delicado que
se le tiene que tratar con guante blanco. Pero el respeto a los demás es otra
cosa. A un hombre no se le puede llamar cobarde o mentiroso a la ligera, pero
si uno se pasa la vida tratando de no herir los sentimientos de los demás y
alimentando su vanidad, acaba por no saber qué es lo que debe respetar en
ellos.
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