De La visita al maestro de Philip Roth, p. 63 (Zuckerman encadenado, Galaxia Gutemberg)
No hada falta mucho ingenio para
descubrirle el atractivo a la cita mecanografiada en la otra ficha. Tras lo que
Lonoff acababa de decirme aquella noche, me resultaba comprensible que deseara
tener esas tres frases clavadas por
encima de la cabeza mientras él, más abajo, daba vueltas a las suyas propias.
«Trabajamos en la oscuridad: hacemos lo que podemos; damos Jo que tenemos.
Nuestra duda es nuestra pasión, y nuestra pasión es nuestra tarea. El resto es
la locura del arte.» Sentimientos adscritos a un cuento de Henry James que yo
no conocía y que se titula «Los años intermedios». Pero, ¿y eso de «la locura
del arte»? Yo le habria atribuido locura a cualquier cosa, antes que al arte.
El arte era la cordura misma. ¿O quizá no? ¿O quizá había algo que se me
escapaba? Antes de que terminara aquella noche leería «Los años intermedios»
dos veces seguidas, como si a la mañana siguiente fuera a presentarme a un
examen sobre ese cuento. Pero semejante actitud constituía para mí, entonces,
un principio irrenunciable: listo para escribir tres folios sobre ¿Qué entiende
Henry James por "la locura del arte"?,no fuera el tema a salirme en
la servilleta del desayuno, a la mañana siguiente.
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